¡Enseñar cívica en las escuelas y colegios para
generar conciencia nacional en los estudiantes!
Enseñar cívica y ética en las escuelas y colegios para generar conciencia nacional en los estudiantes, para que sean buenos ciudadanos, amen la patria, luchen por el bien de todos los ecuatorianos, es la sabia propuesta del gobierno neoliberal de Noboa y su gente para salvar a la patria.
Tras un leve análisis de la
realidad nacional, con un ápice de comprensión de la historia ecuatoriana y
sobre todo observando la praxis social que impera en el actual gobierno, donde
la verdad se oculta sin el menor escrúpulo tras un pesado fardo de mentiras,
donde asoman como salvadores los verdugos y como ángeles los demonios, baste
para sospechar de las intensiones de toda propuesta gubernamental, más aún
cuando nos sobran hechos cargados de patrioterismo que se han utilizado en
directo beneficio del gobierno para atacar a quienes se han arriesgado a pensar
diferente.
En este contexto cabe remitirnos
a un excelente trabajo de Jorge Villarroel, ex rector de la Universidad Técnica
del Norte, en Ibarra, quien nos presenta un extenso y magnifico análisis sobre
la propuesta gubernamental. Propuesta que por lo demás se fundamenta en
filosófica y sociológicamente en el paradigma sociocrítico y en el materialismo
histórico, para evidenciar las falacias de la disposición gubernamental.
Villarroel afirma que la imposición Ministerial de introducir la asignatura de Cívica es, en términos populares, un simple “saludo a la bandera”. Lo es porque que la sociedad ecuatoriana funciona con un creciente antipatriotismo, lo cual complica cualquier intención de la educación institucional para formar hombres y mujeres con altos valores cívicos.
El creciente antipatriotismo
proviene del hecho de encontrarse el Ecuador bajo el dominio de la ideología
neoliberal, cuya máxima ideológica es el individualismo, la negación de toda
posibilidad de solidaridad y equidad. Esta ideología propone que el Estado se
retire de la gente, que cada uno vea como accede a salud, educación, y
alimentación. En otras palabras, deja en absoluta indefensión a las grandes
mayorías que carecen de todo recurso para proveerse lo mínimo elemental para su
propia supervivencia.
La competencia, la rivalidad, el
egocentrismo superlativo son los pilares básicos del neoliberalismo, del
capitalismo salvaje donde impera el sálvese quien pueda. En esta cementera
ideológica no pueden surgir el civismo, el patriotismo ni la ética. La corrupción
es connatural al capitalismo y sus formas de organización y supuesto
desarrollo.
De acuerdo con el ex rector de la
UTN, lo único que tiene cabida y puede aumentarse en las escuelas y colegios
con esta disposición es el patrioterismo, una falsa moral y un civismo
chauvinista que es la cobertura dorada de las más procaces y temerarias
practicas neoliberales orientadas a privilegiar a las elites y someter
permanentemente a las vulnerables mayorías.
A continuación, dejo el enlace del artículo del Dr.
Villarroel. Artículo inédito que ha llegado a nuestras manos por una deferencia
del compañero Miller Añazco y que con la venia del autor ponemos a vuestra
disposición en el siguiente enlace.
https://drive.google.com/file/d/18qo-5iiEssozlb1ymDw-15j8SG_ZYz7K/view?usp=sharing
Enseñar civismo en la época neoliberal.
Enseñar civismo en la época neoliberal
Jorge Villarroel Idrovo.
Señores y
señoras… (redoble de tambores), según el Gobierno, ha encontrado la solución
para el declive de la conciencia cívica que sobrelleva el país: enseñar en las
aulas la asignatura de CÍVICA. En consecuencia, las instituciones y los
maestros deben dedicar todos sus esfuerzos pedagógicos y didácticos a
internalizar en la mente y el corazón de los menores la conciencia ciudadana y
el amor a la Patria.
Entonces,
la fórmula mágica para solucionar la dolorosa indiferencia de la gente hacia
los problemas y necesidades de nuestra nación sería: “Edúquese en valores
cívicos y los ciudadanos acrecentarán sus responsabilidades sociales y
desvelo por la Patria”.
Por
consiguiente, si las lecciones eventuales o la parafernalia de celebraciones
cívicas no han formado hombres y mujeres con valores comunitarios, se impone la
necesidad de introducir en la malla curricular esta disciplina.
El presente
ensayo constituye una severa crítica a la demagogia patriótica de los
iluminados ministeriales. Todos ellos dan por aceptado que la instrucción de
esta materia en las instituciones educativas podría solucionar la indiferencia
común de la gente hacia las demandas acuciantes de la nación o, por lo menos, a
reducir la insensibilidad común. Trataremos de demostrar que las innegables
actitudes antipatria de muchos ciudadanos y sobre todo de las élites, tienen su
origen en el dominio de las fuerzas oligárquicas y neoliberales. Las tesis,
argumentos y evidencias que sostiene el texto están dirigidos sobre todo a los
educadores y las educadoras, dado su papel determinante en la formación
cívica de los niños, adolescentes y jóvenes.
Debe
advertirse que la exposición toma los términos civismo y patriotismo como
sinónimos, aunque exista ligeras diferencias. El primero se refiere al
comportamiento de las personas en su medio social, de acuerdo a leyes,
principios y normas establecidas. El patriotismo está asociado al
concepto de Patria. Se trata del sentimiento de pertenencia que tiene una
persona por la tierra natal, con la que se siente ligado por unos determinados
valores, cultura, historia y afectos.
Sin
embargo, alrededor de estas dos actitudes se han producido graves distorsiones
que comprometen el desarrollo de un país. Este hecho, exige un breve análisis.
PATRIOTERISMO
Y PATRIOTISMO
Antes de
abordar el tema central es pertinente establecer las diferencias entre los
conceptos del epígrafe. A nuestro juicio, es preciso que los docentes, padres e
inclusive los estudiantes tengan clara la naturaleza de los dos
comportamientos. Es necesario este examen porque, a menudo, los actores
principales del proceso educativo dan por aceptado que muchas conductas
relacionados con la cívica, cumplen con los principios atribuidos a este valor
ciudadano.
Entendemos
por patrioterismo una deformación de la verdadera esencia del patriotismo.
Quizás la enumeración de varias formas de actuar relacionadas con este
término aclare la comprensión del mismo.
Evidencias
del patrioterismo:
- Conocer
y recitar los acontecimientos, fechas, personajes históricos, sin suficiente
comprensión de las causas y efectos de dichos sucesos. De hecho, la
memorización de datos no puede tomarse como sinónimo de sentimiento de Patria.
- Reverenciar
los símbolos patrios. Este proceder apenas puede tomarse como un genuino
sentimiento cívico. La experiencia demuestra que venerar emblemas son simples
formalismos inducidos por autoridades gubernamentales, educativas, militares,
familiares. Así, cantar con unción el himno nacional, no significa que una
persona sea patriota. La obligada ceremonia de la jura a la bandera, apenas si
sensibiliza a los estudiantes sobre los requerimientos nacionales;
tampoco puede tomarse como garantía de posibles sacrificios futuros.
- Participar
en las eventuales efemérides y desfiles pretorianos. Esta parafernalia
poco puede ser aceptada como conducta de fervor patrio, la mayoría son simples
formalidades cumplidas por obligación.
- Participar
en las épocas de elecciones para elegir gobernantes nacionales o locales.
Depositar un voto a riesgo de caer en continuas equivocaciones, no parece
evidencia de civismo.
- Ponderar
las acciones de héroes y triunfos en diferentes guerras. Un estudio serio de
estas “glorias”, demostraría que casi todas son simples embustes, creados para
justificar la existencia de una milicia parásita, que ha lucrado por siglos de
la economía nacional, (“Culto al militarismo”, Villarroel, 2 018).
- Magnificar
en los medios los eventuales triunfos deportivos, culturales, científicos de ecuatorianos.
Estos lauros no son productos de un trabajo sostenido de instituciones, universidades,
organismos de cultura, sino de méritos personales aislados.
- Vestir
la camiseta de la selección y desgañitarse con los goles, jamás puede ser
pruebas de patriotismo.
- Enunciar,
a viva voz, que el Ecuador es el mejor y el más bello país del mundo;
emocionarse al entonar canciones como “A mi lindo Ecuador” …
Evidencias
de patriotismo:
- Conocer
y comprender los problemas y necesidades más acuciantes del país, es a no
dudarlo un indicador del ciudadano o ciudadana que están preocupados por
la realidad socioeconómica, política, educativa, ecológica del país y de su
localidad.
- Demostrar
capacidad para discernir las causas del atraso que sobrellevan nuestros países.
Los patriotas son competentes para identificar los factores del dominio de las
potencias extranjeras que han provocado el subdesarrollo de las naciones
dependientes.
- Reconocer
el control político-económico ejercido por las oligarquías nacionales, durante
los dos últimos siglos.
- Identificar,
con propiedad, a los grupos económicos que concentran la riqueza
nacional, lo que ha generado graves inequidades.
- Participar
de manera activa en la lucha por las reivindicaciones de los grupos
vulnerables.
- Constituirse
en protagonista de la búsqueda del bien común en los entornos locales y
nacional.
- Retomar
el valor de la Minga como instrumento de solidaridad comunitaria.
- Asumir,
de manera consciente, el papel de ambientalistas para proteger y
preservar la riqueza de nuestra naturaleza.
- Oponerse
al dogma del mercado según el cual todo debe convertirse en negocio
(privatizaciones): salud, educación, seguridad social. Los derechos del pueblo
no pueden estar sujetos a la oferta y la demanda.
- Desterrar
el comercio usurero, el acaparamiento, la ganancia desmedida, la
explotación laboral.
- Preferir
productos alimenticios naturales, productos elaborados por nuestros artesanos,
industriales, artistas, gestores culturales… Neutralizar la manipulación
consumista que induce a preferir comestibles industrializados, artículos
fabricados en el extranjero, diversiones exóticas, alienantes, vulgares....
- Actuar
como defensores de nuestros valores identitarios y culturales, oponiéndose al
aculturamiento de las potencias extranjeras.
- Participar,
de forma sostenida, en la educación de los menores que brindan los centros
escolares. La formación de las nuevas generaciones es obra conjunta de padres,
ciudadanos, instituciones comunitarias…
- Eliminar
toda forma de racismo, xenofobia, misoginia. Un país solo puede construirse
cuando todos los grupos sociales, pueblos y culturas se integren en igualdad de
derechos, respeto y convicción de las potencialidades de los diferentes.
- Excluir
de la sociedad la corrupción individual o colectiva. No se puede hacer patria
cuando los ciudadanos, en las diferentes esferas de su desempeño social,
incurren en actuaciones reñidas con la ética y la moral. Una sociedad corrupta
nunca puede hablar de civismo.
- Demostrar
solvencia en cada una de las acciones laborales, sociales, educativas,
culturales. La mediocridad nunca podrá aportar a la consecución de un país
desarrollado, ético, culto.
- Desterrar
la “viveza criolla”, con el fin de aprovecharse de los demás.
- Rechazar
las imágenes y mensajes de los medios que inducen al consumismo,
hedonismo, racismo, machismo, violencia, corrupción, desinformación...
- Desestimar
la meritocracia. La obtención de títulos debe verse como un medio para el
servicio al país, a los miembros de la sociedad. La formación académica
alcanzada en diferentes niveles no debe tener como finalidades el éxito
económico individual y la búsqueda de estatus. Un educado es ante todo un
patriota.
- Reducir
al mínimo el empleo de automotores para evitar la contaminación ambiental y las
diversas afectaciones a la salud humana.
- Superar
el frecuente nacionalismo, que pretende ubicar al país como el centro del mundo
y dotado de cualidades superlativas en relación con otros Estados. Este
chovinismo es fuente de discordias entre naciones y guerras fratricidas.
Todas las naciones tienen valores, virtudes, defectos y falencias que necesitan
robustecerse o eliminados, con el concurso de todos los ciudadanos del
mundo. La salvación del planeta debe ser obra del patriota universal: “La
única patria que reconozco como mía es el universo, no atesoro más bandera que
la libertad, no tengo más familia que la humanidad y no profeso más religión
que el amor”. Alejandro Jodorowzky
De los
listados expuestos, el lector podrá deducir la importancia de la comparación
entre ambas formas de expresar el civismo y el patriotismo por parte de los
miembros de una sociedad. (“Formar ciudadanos/as en la Escuela”, Villarroel, 2
019).” El lector puede agregar otros comportamientos que pueden ser, igual o
más importantes, en la noción del verdadero civismo.
A más de la
pertinencia de estos criterios, por nuestra parte plantearemos varias
reflexiones que pueden ser
útiles, sobre todo para
los maestros y las maestras.
La primera
inferencia es reconocer que las manifestaciones de civismo pueden extenderse,
presentando otras evidencias. Efectivamente, para ejercer una ciudadanía
responsable, comprometida con el desarrollo humano, social ético, ecológico, es
imprescindible el cumplimiento de principios y normas cívicas fundamentales. La
pregunta ineludible es: ¿cuál de los dos modelos de civismo, ha tenido
predominancia en las instituciones escolares, en la familia y en las
estructuras socioeconómicas?
En segundo
lugar, es posible colegir que los indicadores de un auténtico patriotismo
superan grandemente a la concepción estrecha del patrioterismo, que es lo que
impera en las escuelas y en la sociedad. Asimismo, el lector puede deducir la
amplitud y la complejidad del genuino comportamiento cívico. También es
posible advertir que la enseñanza del patrioterismo es relativamente fácil:
póngase al alumnado a memorizar eventos históricos y definiciones cívicas y el
patriotismo descenderá sobre sus cerebros. Por su lado, en el legítimo civismo
los estudiantes deben experimentar en su vida diaria los múltiples procederes
de la ciudadanía responsable, los cuales no pueden conseguirse con lecciones en
las aulas. Sobre esta temática se dedican más adelante algunas páginas.
En tercer
lugar, la pregunta más importante tiene que ser: ¿es posible internalizar en
los habitantes de un país valores cívicos en el sistema capitalista neoliberal?
Este
régimen ha convencido a la gente que lo más importante es la satisfacción de
las aspiraciones personales y a lo sumo familiares, aunque esta obsesión impida
la construcción de una sociedad próspera, solidaria, fraterna, ética,
ecológica. Expresado de otra manera, el país que tenemos es producto de la
actuación de hombres y mujeres que incumplen con los postulados básicos del
civismo. El lema que se inculca a la población parece ser: “Lo único importante
en tu existencia, eres tú y tu parentela”.
Con estos
dogmas, es factible deducir la complejidad de formar a nuevas generaciones con
los genuinos valores cívicos. A decir verdad, no debe culparse a las personas
de la incipiente sensibilidad patriótica; existen enormes y perversas fuerzas
del poder capitalista que anulan cualquier predisposición cívica de los
habitantes de una república determinada. En el siguiente subtema se profundiza
sobre este poderoso óbice.
Entonces,
no resulta difícil explicarnos el atraso de nuestro país, al saber de la
existencia de ciudadanos y ciudadanas que poco o nada les importa el destino de
su nación. Una evidencia de esta actitud se manifiesta a la hora de
sufragar, el pueblo continúa eligiendo a quienes le ha causado pobreza y
atraso.
APRENDER
CÍVICA EN LA ESCUELA BAJO EL DOMINIO NEOLIBERAL
Con los
antecedentes expuestos, es posible dedicar varias reflexiones a la
responsabilidad de las instituciones educativas en la formación cívica de los
menores. La inquietud a dilucidar es: ¿puede la escuela formar chicos y chicas
con sólidos comportamientos cívicos, en una sociedad donde cada vez son menos
constatados estos valores?
La tesis
que sostendremos es que, en un mundo regido por la globalización neoliberal, no
puede existir algún vestigio de civismo. Este orden dominante, anuló cualquier
sentido de nación o patria al instaurar el hiper individualismo, según la
expresión del pensador francés Lipovesky. En una sociedad donde predomina
la insolidaridad, la codicia, el egoísmo, la meritocracia, casi no existe
espacio para la vigencia de una axiología humanista. Pues sí, la reinante
ideología liberal durante siglos ha internalizado en la mente de los
habitantes, sobre todo de la civilización occidental, que los máximos derechos
del ser humano son la libertad, la vida y la expresión. Sobre todo, en
nombre de la libertad postula que cada persona debe ser artífice de su propio
éxito existencial. Con este dogma, los apologistas del individualismo han desestimado
cualquier forma de hermandad entre sus miembros.
Pero lo que
olvidan o esconden estos libertarios es que la especie humana ha sobrevivido
gracias a la ayuda y la colaboración mutua. La sentencia de Toqueville,
expresada hace siglos, echa por tierra el postulado capitalista de la primacía
individual: “No hay nada menos independiente que un ciudadano libre”. De hecho,
los humanos siempre estamos involucrados en acciones sociales, comunitarias, de
trabajo grupal, lo que permite su sobrevivencia.
Entonces,
nadie estará dispuesto a creer que después de haber convertido a la sociedad en
una verdadera selva donde el más fuerte es el triunfador, o el darwinismo
social en su más alta expresión, sea factible formar personas con
comportamientos altruistas. En el mercado no existe ciudadanos, solo
sujetos obligados a producir y consumir (homus económicus), (“Mercado sin
ciudadanía”, Farinas, María, 2 005). En este escenario, la consigna es
¡Sálvese quien pueda! Este imperativo explica el boom del emprendimiento, que
ha sido llevado inclusive al currículo escolar. En esta jungla, los
vencedores, una minoría absoluta, tiene el poder, mientras los pobres,
calificados de perdedores, son condenados a la condición de siervos (Ver
película “Parásitos” en YouTube).
Sobre el
asunto, el filósofo francés Eric Sadin (2 022) advierte que el mundo está
viviendo la era del individuo tirano y el fin de la sociedad común. Plantea “el
advenimiento de la eliminación progresiva de todo cimiento común, dejando
una constelación de seres individuales, descreídos de la política y movilizados
por la ira y resentimiento.
El
resultado más crudo de este tipo de sociedad es la enorme inequidad instaurada
por la plutocracia mundial. La elemental lógica nos dice que quienes tendrán
que demostrar altas dosis de patriotismo son los han conseguido una vida
pudiente. De igual manera, los granes propósitos de un país deberían ser
preocupación de los que más tienen. ¿Cuál es la consumación de estos razonables
juicios? Ciertamente, pocos admitirán que los ricos estén dispuestos a
demostrar atributos cívicos, si han originado incontables sufrimientos a
millones de sus compatriotas. Aunque sabemos que la bonanza de las élites ha
sido obtenida por la desventura de los pobres, no es posible observar
actitudes solidarias, la búsqueda del bien común, para sacar al país de su
postración.
De tal modo
que una sociedad con enormes desigualdades económicas no puede enarbolar como
su mérito el patriotismo. Esta conclusión bien puede ser considerado un
verdadero axioma. Es evidente que en léxico de las oligarquías, empresarios,
banqueros, terratenientes, no existe las palabras Patria, pueblo, equidad, bien
común; solo el interés frenético por obtener la mayor ganancia a costa de los
demás. Estos grupos que eluden grandes sumas de impuestos, que ubican sus
fortunas en paraísos fiscales son verdaderos “vende patrias”, pues profundizan
la pobreza de sus coterráneos. Así, en el caso del Ecuador, si se sabe
que el 1% de la población concentra el 40 % de la riqueza nacional, no se puede
atribuir la virtud del civismo.
Al
respecto, es necesario descartar la equivocada idea de tomar a la caridad
o el filantropismo como sinónimo de patriotismo. Un viejo adagio reza: “La
solución para la pobreza no es la limosna, sino evitar que los pobres existan”.
Y para cumplir este aforismo, es esencial el predominio de la justicia social,
valor que constituye la mejor muestra de una república
esencialmente cívica.
En este
análisis, es dable dedicar una escueta referencia a las ideologías de
ultraderecha que tienen presencia en nuestras sociedades. Como es conocido, si
su doctrina establece que el Estado no tiene por qué preocuparse de los
derechos de salud, educación, vivienda, seguridad social, trabajo de los
habitantes de una nación, sino que deben ser conquistas de cada individuo, ¿es
posible atribuir a esta ideología cualidades patrióticas? Resulta paradójico
que todo un Gobierno de esta tendencia imponga la enseñanza de la Cívica en las
aulas.
El problema
es que este dogma neoliberal tiene tal omnipresencia en el mundo actual,
que inclusive los sectores menos favorecidos terminan por aceptarlo, a pesar de
las terribles consecuencias para sus vidas.
Al
referirnos a los actores sociales, es imperativo preguntarnos si los
gobernantes y políticos son ejemplos de civismo. Pocos se arriesgarán a aceptar
esta posibilidad, el mejor testimonio es el país que tenemos, donde la
corrupción campea, con graves secuelas para la gran mayoría de la población.
Para no caer en generalizaciones agraviantes, admitamos que unos pocos actores
políticos pueden estar animados por un sincero servicio a los demás, pero la
estructura del sistema neoliberal corrupto, codicioso, antipatria, fácilmente
coopta a los ciudadanos impolutos. La mejor prueba de la ausencia cívica de
nuestros gobernantes es la nación con severas calamidades que han edificado,
desde el nacimiento de la república.
La otra
referencia está dirigida al ponderado civismo de las fuerzas armadas. Según sus
jerarcas, y los mandatarios que dependen de ellos, no hay en el país individuos
más patriotas; son los hombres de honor, de sacrificio, de valentía, de entrega
en la defensa nuestras fronteras. Cualquier cuestionamiento a esta fraseología,
corre el riesgo de tacharse de antipatria y hasta sufrir ataques de diverso
tipo.
Sin
embargo, un acercamiento a la verdadera historia de las milicias en nuestros
países demostraría que tienen de todo menos de patriotas. Para probar esta
temeraria afirmación es preciso pasar revista a la evolución histórica de las
legiones en nuestra república.
Nadie puede
negar que han sido los eternos sustentadores de los gobiernos oligárquicos
desde cuando el país inició su vida republicana, y no se diga de las
dictaduras. Si esos poderes políticos han sido los causantes de las desgracias
sociales y la milicia ha tenido papel determinante para su sostén, no se puede
atribuirles valores patrióticos. La historia no da cuenta que los soldados no
se han sumado al pueblo para luchar contra gobiernos tiránicos, el saqueo de
las multinacionales, la depredación de la naturaleza por los grandes grupos
económicos. Asimismo, no pueden catalogarse de patriotas cuando siempre han
estado al servicio del poder imperial, el cual ha subyugado a casi todas
las naciones latinoamericanas, provocando su atraso nacional y la
miseria de su habitantes. Es decir, nuestras huestes, a lo largo del último
siglo, han estado a órdenes del amo del Norte, sometidas a su entrenamiento y
obligadas a comprar su armamento. Los que traicionan a la Patria, jamás pueden presentarse
como modelos de patriotismo.
Además,
sería interesante intentar un cálculo aproximado de cuánto le ha costado al
Ecuador el mantenimiento de una milicia parasitaria durante doscientos años, a
este egreso debe sumarse la onerosa inversión en armamento.
Para
justificar su existencia es común escuchares que han sido vigilantes de las
fronteras patrias contra las asechanzas externas. En resumen, serían lós únicos
patriotas, y para probarlo, han relatado cómo han ganado todas las batallas,
aunque la nación haya perdido tres cuartas partes de su territorio. La historia
oficial, de su lado, se ha encargado de contar a los escolares, a la gente
común, acerca de las hazañas del soldado ecuatoriano y de los personajes del
poder político-económico. Sin embargo, tana heroicidad no ha sido un factor que
haya permitido superar el subdesarrollo que sobrellevamos. Lo cierto es que
casi todos estos relatos son simples fábulas, cuentos patrioteros, que a fuerza
de repetirlos terminan como verdades. Un ejemplo paradigmático es las mentiras
de la Guerra del Cenepa (Expresidente Rodrigo Borja, YouTube). Esto nos
lleva recordar la frase de Galeano: “Los militares tienen miedo de que no
existan guerras”.
Este
análisis nos hace pensar la necesidad urgente de reescribir historia del país y
con este baño de sinceridad, edificar un nuevo país.
Corresponde
examinar si los medios de comunicación observan a cabalidad los principios
cívicos. Al respecto, todos podemos dar fe de la poderosa influencia de estos
instrumentos para moldear numerosas conductas de las personas, en forma
concreta las actitudes cívicas.
Si se
establece como premisa que los grandes medios internacionales y nacionales
están controlados por los poderes fácticos (imperial, estatal, burgués,
religioso, militar), no resulta difícil suponer que estarán al servicio de las
élites locales y foráneas. Estos grupos, como se advirtió, tienen como única
finalidad su propio beneficio por lo que la gente es solo un instrumento de sus
apetencias económicas, (“Diez estrategias de manipulación mediática”,
Noam Chomsky, YouTube).
Pues bien,
sobran las evidencias de las protervas acciones antipatria de los medios:
- Aculturamiento,
difusión de antivalores mercantilistas, imágenes y mensajes, racistas,
xenófobos, sexistas, machistas…
- Promoción
de conductas violentas, antiéticas, antihumanas...
- Exaltación
del conocimiento y la tecnología de las potencias extranjeras.
- Manipulación
ideológica orientada al mantenimiento de las estructuras socioeconómicas
capitalistas.
Indudablemente,
estas y otras operaciones son opuestas totalmente al desarrollo del país.
A decir verdad, son contados los medios nacionales y comunitarios que funcionan
con la perspectiva de hacer patria; pero, por desgracia, son invisibilizados
por la gigantesca maquinaria mediática del poder hegemónico.
En este
análisis, es pertinente dedicar una breve referencia a los otros actores
esenciales de la formación cívica de los menores como son los padres y los
maestros. La inquietud que discutir es: ¿estos responsables de la educación
pueden tomarse como modelos de civismo? Antes de cualquier respuesta, los
docentes deben tener en cuenta que, como se anticipó, hemos nacido y crecido en
un sistema donde casi no es posible la presencia del patriotismo. Dicho de otro
modo, los docentes son “hijos del neoliberalismo” y su ascendiente nefasto ha
moldeado sus maneras de ser, pensar y sentir, por lo que se será muy complicado
desempeñar una docencia con valores y principios cívicos. Sobre esta
temática regresaremos en el acápite final.
Del
examen a la actuación de los protagonistas sociales en materia de
responsabilidad social, es posible colegir que todos los pregoneros del amor a
la Patria han sido los que menos han demostrado este rasgo. En consecuencia,
resulta toda una quimera conseguir que el sistema educativo sea capaz de
infundir comportamientos de amor al suelo natal y, sobre todo, de compromiso
con su adelanto y soberanía. Parafraseando al sabio griego Sócrates puede
decirse: el civismo no se enseña, se vive. El sentimiento altruista
debe percibirse, “respirarse”, palparse, experimentarse en cada uno de los
actos que ejecutan los ciudadanos y las ciudadanas en su medio. Si así fuese,
no haría falta llevar lecciones de civismo a las aulas, sino conseguir que
niños, adolescentes y jóvenes vivencien los valores del patriotismo.
LA
RESPONSABILIDAD DE LA ESCUELA DEMOCRÁTICA
De todo lo
analizado hasta aquí, queda claro que la escuela, casi no tendría
responsabilidad en el generalizado antipatriotismo o apatía social. En verdad,
de los juicios expuestos, parece que la educación y los educadores quedan
absueltos de la obligación de contrarrestar el globalizado individualismo, el
egoísmo, el darwinismo social, inducidos por el poder hegemónico. Y, sin
embargo, los elementales principios deontológicos de la docencia establecen que
la formación de las nuevas generaciones con un sólido carácter cívico es un
ineludible e imperativo deber de la función educadora.
Eludir esta
responsabilidad por el colosal dominio del engendro capitalista, sería
dejar a los menores a merced de la perversa influencia de un sistema que ha
pretendido formar el ciudadano universal con los antivalores neoliberales. Para
este poder, todos los habitantes del planeta deben descartar la idea de nación,
solidaridad, compromiso social, y adscribirse al triunfante mundo de la
competencia y la rivalidad fratricida. Es preciso tener en cuenta que
descuidar el sentimiento cívico de los educandos, puede considerarse una forma
de antipatriotismo, y ningún maestro querría acusarse con este baldón.
Ciertamente, el cometido es tan gigantesco que puede arredrar a cualquier
educador o educadora que se atrevas a encarar al orden antihumano, sabiendo que
éste tiene los poderes económico, político, militar, judicial, mediático,
religioso. Pero, de hecho, solo maestros y maestras con un elevado espíritu de
Patria, estarán dispuestos a acometer tan utópico reto.
El otro
desasosiego de las instituciones educativas y del profesorado, es saber que las
cohortes que han formado durante las últimas décadas se han convertido en
miembros del sistema insolidario. No debe olvidarse que quienes fabrican
y comercializan armas, estuvieron alguna vez sentados en los pupitres de la
escuela, el colegio y la universidad; los gerentes que dirigen las industrias
contaminantes, asimilaron clases de ecología en las aulas; los banqueros
practicantes de la usura, recibieron lecciones de apoyo social, honestidad,
bien común; los jueces venales, con seguridad deben haber dedicado en la
academia mucho tiempo a estudiar y concienciar una justicia imparcial
y profundamente ética.
En fin,
estos y todos los profesionales, concienciaron la necesidad de trabajar
por el adelanto del país, gracias a su intervención en los múltiples
requerimientos nacionales. Por desgracia, todos aquellos que incurren en
conductas antipatria, no han podido efectivizar las enseñanzas cívicas
recibidas de sus profesores. ¿Qué pasó? ¿Por qué es tan frecuente la
desidia ciudadana para unirse al cambio social? ¿Falló el sistema educativo,
fallaron los docentes o fracasó el orden socioeconómico donde ha ejercido
su labor? Si sabemos que la escolaridad secundaria y superior de todo el país,
han formado millones de graduados, muchos con altos títulos académicos, se
podría esperar que la concordia humana, la responsabilidad social, la empatía,
el trabajo colaborativo, el respeto a la diversidad étnica y cultural, la
defensa del planeta, deberían tener una significativa presencia.
Una
explicación para que este ideal no se haya cumplido es que el
profesorado, con certeza, estuvo muy ocupado en la transmisión de conocimientos
de varias materias y su repetición, por lo que no tuvo tiempo para
desarrollar comportamientos que detengan la plaga egocéntrica que abate a
nuestras sociedades. De tal modo que la preocupación cívica ha sufrido un
franco descenso por el embate academicista, cuyo único objetivo ha sido llenar
la cabeza de los educandos con cuántas asignaturas disponga el currículo.
Mientras allá afuera los dilemas familiares y comunitarios les impide llevar
una vida digna. En las aulas los menores han recitado todo tipo de contenidos,
durante dos décadas, viviendo en un castillo de cemento, incontaminados con las
adversidades nacionales de todo tipo.
PAPEL
DEL PROFESORADO
En los
apartados anteriores ya se ha adelantado acerca de esta temática; ahora,
corresponde revisar algunas concepciones pedagógicas y prácticas concretas de
los docentes en las instituciones educativas, referidas a la instrucción de
este campo de estudio.
Una
de las preguntas planteadas se refería a si quienes tienen la responsabilidad
de educar deben ser prototipos del comportamiento cívico. El viejo
adagio: “Los maestros y los padres deben ser vistos y no oídos”, calza
perfectamente. Para verificar esta premisa, las proposiciones sobre el
verdadero civismo pueden ser un instrumento aproximado de evaluación que exige responderse,
de manera veraz. Lamentablemente, las observaciones empíricas verifican que muy
pocos demuestran, a cabalidad, actitudes patriotas. Sin embargo, como se
anticipó, los principios deontológicos del magisterio establecen que la
docencia debe ser la profesión más emblemática del civismo. Ciertamente, a
ninguna especialidad se le puede perdonar su insensibilidad ante los acuciantes
dilemas nacionales, mucho menos a quienes han abrazado esta profesión. La
lógica nos dice que, si la sociedad les ha encargado moldear menores con
actitudes solidarias, lo menos que se pueden hacer es tratar de estar a la
altura de este relevante encargo, lo cual les convierte en referentes ante los
discípulos, los hogares y la comunidades.
De todos
modos, somos testigos de los denodados esfuerzos de muchos maestros por
preparar jóvenes patriotas, pero más puede el ominoso influjo de un sistema
individualista, competitivo, egoísta, insensible… Pocos estarán dispuestos a
creer que en el capitalismo salvaje pueda ser el ambiente donde se
pueda preparar generaciones dispuestas a levantar una sociedad fraterna,
generosa, interesada en el bien común, valores que posibiliten a todos
los ciudadanos tener un vida digna.
Ciertamente,
los obstáculos son muchos, así lo advierten muchos intelectuales que expresan
su pesimismo sobre el futuro del mundo si pervive la rivalidad humana.
Frente a la creciente ruptura social, el pensador italiano Paolo Virno
sostiene la “Filosofía de la Impotencia” (2 022), al pretender de demoler al
engendro, causante del fratricidio terrenal y de todos los males que
azotan a la población mundial. Según el autor, “la impotencia se
convirtió en una característica central en la vida social y política, donde las
personas se sienten limitadas para actuar y afectar el mundo que les rodea. Al
estar tan arraigado en la lógica la concepción individualista de la sociedad
capitalista, hay poca oportunidad para el trabajo mancomunado. En otras
palabras, los ciudadanos se muestran inermes ante el poder hegemónico que ha
instituido la proclama: ¡Sálvese quien pueda!
Por su
parte, el filósofo sudcoreano Chull Han, asimismo, mantiene la tesis de la
imposibilidad de revolución social para abatir al capitalismo
insolidario. Cualquier resistencia está condenada al fracaso, pues el
régimen dominante ha cautivado a los ciudadanos, haciéndoles creer que
este es el único y el mejor orden del mundo. (“¿Por qué hoy no es posible
ninguna revolución?” 2022).
Estas
reflexiones pueden asomar como una derrota anticipada para los maestros que
intentan formar estudiantes con valores humanistas, comunitarios, altruistas,
cooperativos, ecológicos… pues bien sabemos que los amos planetarios han
impuesto un atroz individualismo, la competencia desenfrenada, la
obsesión monetaria, ¿Quién tiene las de ganar?
Este
nefasto dominio provoca en la mayoría de educadores y educadoras un
evidente desánimo unido a la indiferencia, la pasividad al
quemeimportismo social. El gravísimo problema es que estas actitudes, en buen
romance, nos convierte en cómplices de la barbarie instaurada por quienes
controlan el orbe. Las palabras del intelectual argentino Ernesto Sábato: “Si
nos cruzamos de brazos, seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la
muerte silenciosa”, debería incrustarse en el cerebro de todos los maestros.
Además, el profesorado deberá meditar qué tipo de mundo quiren dejar a sus
hijos y alumnos; ciertamente, no puede eludir esta demanda ética, so pena de
que su conciencia le increpe por lo que hizo o dejo de hacer.
A pesar de
todo, como hemos insistido, no debe descartarse la utopía que les
permita a todos los docentes del mundo a integrarse a gran cruzada por creación
de un mundo alternativo. No es exagerado afirmar que la misión docente
puede provocar que este régimen se venga al piso. En forma más amplia, Una
ciudadanía comprometida con su país y con el planeta, devolvería esperanzas a
la raza humana, para evitar su holocausto. Las palabas de Martin Luther King
son por demás elocuentes. “No me estremece la maldad de los malos, sino la
indiferencia de los buenos”. Y, sin la menor dudad, los buenos somos los
maestros y las maestras.
Una vez
admitida la imprescindible necesidad de formar enes con altos valores cívicos,
no obstante, las gigantescas barreras, los docentes deben desarrollar
habilidades psicopedagógicas y didácticas para conseguir aprendizajes
significativos de sus discípulos y, de modo complementario, la adquisición de
actuaciones cívicas en su entorno.
Ya hemos
dedicado algún espacio a cuestionar la instrucción tradicional de la cívica. En
este sentido, la enseñanza transmisiva, memorista, academicista, teorizante,
libresca, descontextualizada, mediocre, tiene que ser sumariamente
eliminada. En su lugar, es preciso la aplicación de iniciativas que
posibiliten la consecución los objetivos tantas veces repetidos en el presente
trabajo.
La primera
propuesta es concebir al aprendizaje de la cívica como una tarea esencialmente
contextualizada. La idea resulta de Perogrullo: la mejor didáctica es vincular
a los chicos y a las chicas con su entorno local, Provincial y nacional.
En estos espacios los educandos aprenden a conocer la geografía,
historia, habitantes, cultura, recursos y productos, potencialidades y
limitaciones, méritos y defectos, problemas y conflictos…
Ante esta
exigencia, los profesores de Ciencias Sociales de una institución y del Cantón deberían
reunirse para elaborar un inventario de la realidad local. Una vez
sistematizados estos asuntos, es factible elaborar planees y programas de
estudio para su trabajo en las aulas. Obviamente, esta operación permitirá la
concreción del vínculo vinculación escuela. comunidad; lo cual posibilitará a
los alumnos conocer su realidad e incidir en ella.
Un asunto a
tener en cuenta es evitar el error de tomar a la responsabilidad social como
sinónimo de caridad o filantropía. El real civismo es aquel donde todos
(mestizos, indígenas, negros, blancos) trabajamos para el bien común. Este
accionar es esencialmente democrático y solidario.
En
consecuencia, el profesorado requiere buscar cuántas oportunidades existan para
“sacar” a los estudiantes de las cuatro paredes de la escuela y llevarlos a
participar en la vida comunitaria. Solo allí los alumnos constarán la
existencia o ausencia de manifestaciones relacionadas con el trabajo
colectivo y la participación ciudadana.
Asimismo,
el diseño de experiencias, proyectos, investigaciones en el aula, y luego su
implementación en los hogares, barrios, parroquias, cantón, provincia, son
inapreciables ocasiones que concientizan a los menores sobre la necesidad de su
participar, de manera activa, en su medio social, productivo, ecológico,
cultural, deportivo…
Junto a
esta prioritaria labor, los docentes, sobre todo de cursos superiores,
necesitan introducir innovaciones en los programas impuestos por el Ministerio.
Por nuestra parte, en otro trabajo hemos planteado 12 unidades didácticas que
pueden estudiarse en las aulas, a saber:
- Superar
el Subdesarrollo.
- Los
Derechos Humanos.
- Educación
mediática.
- La
interculturalidad.
- Tendencias
político-ideológicas.
- La
responsabilidad social de la juventud.
- El
futuro tecnológico.
- Ser
una persona culta.
- Respeto
al género.
- La
sociedad del espectáculo.
- Superar
la mediocridad.
- Los
peligros de las redes sociales.
Cada uno de
estos ensayos deben servir de marcos teóricos, para posibles investigaciones,
estudios de campo, reflexiones, elaboración de vídeos, dinámicas grupales
(taller, debate, mesa redonda).
Los temas
también se prestan para promover el pensamiento crítico, aptitud que constituye
una capacidad ineludible del comportamiento cívico. De hecho, el
ciudadano pensante no es la cera maleable en manos del poder, de los
políticos, de la manipulación mediática o del catecismo patriotero.
Pero quizás
lo más importante sea conseguir que los estudiantes se proyecten a su entorno,
donde pueden examinar de primera mano los hechos reales, participar en campañas
de defensa de los derechos humanos y de la naturaleza, luchar contra la
injusticia, intervenir en movimientos de resistencia a las manipulaciones
inmorales que propaga el sistema… En pocas palabras, promover en los jóvenes un
alto compromiso social, que les faculte ser protagonistas del desarrollo
socioeconómico y cultural de su medio local y nacional.
Una de las
mayores ventajas que se puede obtener de las experiencias educación-entorno y
de las actividades intraaula, es la comprensión de los conceptos fundamentales
de la cívica. Esta disciplina tiene buen número de nociones históricas y
sociológicas que requieren ser suficientemente discernidas por parte de los
estudiantes. Conceptos como patria, nación, Estado, libertad, democracia, independencia,
soberanía, colonialismo, neocolonialismo, derechos humanos, justicia social,
ciudadanía, ideología, ética ciudadana, entre otros, son indispensables para
comprender, con propiedad los acontecimientos de la historia, la
geografía, sociología, el poder de los grupos económicos y gubernamentales…
Este entendimiento es de suma utilidad pues ayuda a desechar la convencional
enseñanza de las Ciencia Sociales, centrada en el memorismo de fechas, sucesos,
definiciones, que se constituyen en aprendizajes lábiles y poco aplicables.
Del listado
de Unidades, también se puede reconocer la diferencia entre los clásicos
programas de estudio de las Ciencias Sociales y los que realmente necesitan los
estudiantes para comprender su país e intervenir en los acontecimientos que
ocurren en su medio. A no dudarlo, estos temas quizás sean más valiosos que los
interminables temas de los contenidos de estudio, porque enseña a los alumnos a
vivir en su realidad, (“Filosofía para aprender a vivir”, Villarroel, 2 010).
Se trata de un aprendizaje experiencial, opuesto a la enseñanza transmisiva que
tiene amplia presencia en las aulas. Lamentablemente, este abordaje tradicional
de las asignaturas sociales es un simple formulismo para cumplir con las
imposiciones ministeriales. (Educación Bancaria, Paulo Freire, 1 978).
Sobre el
asunto, es imprescindible que los educadores y las educadoras develen las
oscuras intenciones ideológicas del sistema dominante, que diseña los
contenidos curriculares de manera astuta. Ciertamente, convertir a los alumnos
en recitadores de información dentro del aula, impide un acercamiento crítico a
los dilemas reales de su país. Este artilugio provoca una conciencia
ingenua de los menores y hasta de los docentes, sobre quiénes han
controlado la república.
A decir
verdad, la opción crítica del patriotismo no deja de tener riesgos para
los maestros. El poder se considera omnipotente para controlar y sancionar a
quienes denuncian sus depravaciones. De hecho, formar entes contestatarios, que
defienda y velen por su país, no está dentro de los planes de los imperios y
oligarquías, cuya proterva finalidad es moldear al ciudadano global, bajo la
égida de una sola cultura, aquella que contribuya a aumentar su dominio
planetario.
Junto a
estas reflexiones, es preciso mencionar la pedagogía de los ejes transversales
como una estrategia para la enseñanza-aprendizaje de las áreas citadas. En esta
metodología todas las asignaturas del currículo deben tener como objetivos
primarios de la formación de valores cívicos y morales. A pesar de que la
“asignaturitis” ha sido un completo fracaso para la educación de las nuevas
generaciones, los burócratas ministeriales continúan impertérritos con esta
aberración pedagógica.
Pues bien,
nuevamente es preciso acudir a la conciencia docente para sugerir
la elevación del conocimiento de la historia de nacional. De modo cierto, es
poco conocimiento es otra arma escondida del poder, si el profesorado no
posee suficiente comprensión de la verdadera historia, no la que le contaron en
la escuela, seguirá preparando muchachos y muchachas con pensamiento ingenuo,
aceptando los cuentos que crearon las élites para mantener el control de la
población. De ahí que todo profesor debería cumplir con la exigencia de una
buena capacitación histórica; pero, sobre todo, quienes se han especializado en
las disciplinas de Ciencias Sociales. A nuestro juicio, es urgente una mayor
solvencia en este campo, lo cual le permitirá alejarse del patrioterismo que
hemos retratado en el primer acápite. Es pertinente insistir que la historia
nacional y mundial que todos hemos asimilado en los centros escolares y en
nuestras eventuales lecturas, están llena mitos, cuentos, fábulas, ficciones,
relatos adulterados, apenas apegados a la verdad de los acontecimientos
pasados. Lamentamos decirlo, pero en la narrativa histórica la constante ha
sido mixtificar los sucesos de antaño para favorecer a los poderosos. En estas
narrativas, pululan los falsos héroes, las batallas supuestamente ganadas, las
presuntas defensas de la heredad territorial, el culto al militarismo, las artificiosas
apologías, los cansinos discursos en las fechas patrias… (“Desmitificar los
procesos libertarios”, Villarroel, 2 023).
Por supuesto,
si se relatase la auténtica historia, el civismo apenas si tuviera anclas a las
cuales asirse. Sobre el asunto, debe recordarse la advertencia de Galeano: “La
historia ha sido contada por los triunfadores”, los cuales casi siempre son los
miembros de las clases dominantes. Como se adelantó, las reseñas pasadas se han
concebido para cumplir dos objetivos centrales: avalar el poder de las
oligarquías nacionales y justificar la existencia de milicias parasitarias.
De esta
acotación, se deprende la necesidad de que los maestros y las maestras tienen
que realizar su mayor esfuerzo para consultar fuentes fidedignas, alejadas de
las adulteraciones oficiales. Viene al caso el aforismo “El que devora libros,
no come cuentos”.
Por
supuesto que son muy pocas las obras que describen los hechos reales de nuestra
historia, por lo que es preciso buscarlos o solicitar la ayuda de algunos
especialistas, no precisamente de los historiadores oficiales.
UN
COROLARIO PROFUNDO
De todas
las reflexiones planteadas, es dable inferir que la sociedad ecuatoriana
funciona con un creciente antipatriotismo, lo cual complica cualquier intención
de la educación institucional para formar hombres y mujeres con altos valores
cívicos. Realmente, resulta una labor titánica para el magisterio oponerse a un
sistema asentado en el egoísmo. De tal manera que la imposición Ministerial de
introducir la asignatura de Cívica es, en términos populares, un simple “saludo
a la bandera”.
Las
profundas palabras de Paulo Freire constituyen un atinado corolario al presente
ensayo: “La ilusión de que es posible transformar el corazón de los
hombres y mujeres dejando intocadas las estructuras sociales en las que el
corazón no puede ser ‘sano’, solo existe en aquellos que llamamos ‘ingenuos’ y
a quienes Niebuhr llama ‘moralistas’. Por su parte, los ‘astutos’ saben muy
bien que, con las prédicas, obras humanitarias y el desarrollo de una
racionalidad desconectada del mundo solo retardan el proceso fundamental que es
en síntesis el de la transformación radical de las estructuras sociales”.
___________
Dr. Jorge Villarroel Idrovo
Ibarra, Febrero 2 024