Mostrando entradas con la etiqueta Enseñar cívica y ética en los colegios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Enseñar cívica y ética en los colegios. Mostrar todas las entradas

¡Enseñar cívica en las escuelas y colegios para generar conciencia nacional en los estudiantes!

 

¡Enseñar cívica en las escuelas y colegios para generar conciencia nacional en los estudiantes!

 


Tomada de ALAI en línea (2018).


Enseñar cívica y ética en las escuelas y colegios para generar conciencia nacional en los estudiantes, para que sean buenos ciudadanos, amen la patria, luchen por el bien de todos los ecuatorianos, es la sabia propuesta del gobierno neoliberal de Noboa y su gente para salvar a la patria.

Tras un leve análisis de la realidad nacional, con un ápice de comprensión de la historia ecuatoriana y sobre todo observando la praxis social que impera en el actual gobierno, donde la verdad se oculta sin el menor escrúpulo tras un pesado fardo de mentiras, donde asoman como salvadores los verdugos y como ángeles los demonios, baste para sospechar de las intensiones de toda propuesta gubernamental, más aún cuando nos sobran hechos cargados de patrioterismo que se han utilizado en directo beneficio del gobierno para atacar a quienes se han arriesgado a pensar diferente.

En este contexto cabe remitirnos a un excelente trabajo de Jorge Villarroel, ex rector de la Universidad Técnica del Norte, en Ibarra, quien nos presenta un extenso y magnifico análisis sobre la propuesta gubernamental. Propuesta que por lo demás se fundamenta en filosófica y sociológicamente en el paradigma sociocrítico y en el materialismo histórico, para evidenciar las falacias de la disposición gubernamental.

Villarroel afirma que la imposición Ministerial de introducir la asignatura de Cívica es, en términos populares, un simple “saludo a la bandera”. Lo es porque que la sociedad ecuatoriana funciona con un creciente antipatriotismo, lo cual complica cualquier intención de la educación institucional para formar hombres y mujeres con altos valores cívicos.

El creciente antipatriotismo proviene del hecho de encontrarse el Ecuador bajo el dominio de la ideología neoliberal, cuya máxima ideológica es el individualismo, la negación de toda posibilidad de solidaridad y equidad. Esta ideología propone que el Estado se retire de la gente, que cada uno vea como accede a salud, educación, y alimentación. En otras palabras, deja en absoluta indefensión a las grandes mayorías que carecen de todo recurso para proveerse lo mínimo elemental para su propia supervivencia.

 

La competencia, la rivalidad, el egocentrismo superlativo son los pilares básicos del neoliberalismo, del capitalismo salvaje donde impera el sálvese quien pueda. En esta cementera ideológica no pueden surgir el civismo, el patriotismo ni la ética. La corrupción es connatural al capitalismo y sus formas de organización y supuesto desarrollo.

 

De acuerdo con el ex rector de la UTN, lo único que tiene cabida y puede aumentarse en las escuelas y colegios con esta disposición es el patrioterismo, una falsa moral y un civismo chauvinista que es la cobertura dorada de las más procaces y temerarias practicas neoliberales orientadas a privilegiar a las elites y someter permanentemente a las vulnerables mayorías.

 

A continuación, dejo el enlace del artículo del Dr. Villarroel. Artículo inédito que ha llegado a nuestras manos por una deferencia del compañero Miller Añazco y que con la venia del autor ponemos a vuestra disposición en el siguiente enlace.

 

https://drive.google.com/file/d/18qo-5iiEssozlb1ymDw-15j8SG_ZYz7K/view?usp=sharing

Enseñar civismo en la época neoliberal.


Enseñar civismo en la época neoliberal


Jorge Villarroel Idrovo.


Señores y señoras… (redoble de tambores), según el Gobierno, ha encontrado la solución para el declive de la conciencia cívica que sobrelleva el país: enseñar en las aulas la asignatura de CÍVICA. En consecuencia, las instituciones y los maestros deben dedicar todos sus esfuerzos pedagógicos y didácticos a internalizar en la mente y el corazón de los menores la conciencia ciudadana y el amor a la Patria.  

Entonces, la fórmula mágica para solucionar la dolorosa indiferencia de la gente hacia los problemas y necesidades de nuestra nación sería: “Edúquese en valores cívicos y los ciudadanos acrecentarán sus responsabilidades sociales y   desvelo por la Patria”.

Por consiguiente, si las lecciones eventuales o la parafernalia de celebraciones cívicas no han formado hombres y mujeres con valores comunitarios, se impone la necesidad de introducir en la malla curricular esta disciplina.

El presente ensayo constituye una severa crítica a la demagogia patriótica de los iluminados ministeriales. Todos ellos dan por aceptado que la instrucción de esta materia en las instituciones educativas podría solucionar la indiferencia común de la gente hacia las demandas acuciantes de la nación o, por lo menos, a reducir la insensibilidad común. Trataremos de demostrar que las innegables actitudes antipatria de muchos ciudadanos y sobre todo de las élites, tienen su origen en el dominio de las fuerzas oligárquicas y neoliberales. Las tesis, argumentos y evidencias que sostiene el texto están dirigidos sobre todo a los educadores y  las educadoras, dado su papel determinante en la formación cívica de los niños, adolescentes y jóvenes.

Debe advertirse que la exposición toma los términos civismo y patriotismo como sinónimos, aunque exista ligeras diferencias. El primero se refiere al comportamiento de las personas en su medio social, de acuerdo a leyes, principios y normas establecidas. El patriotismo  está asociado al concepto de Patria. Se trata del sentimiento de pertenencia  que tiene una persona por la tierra natal, con la que se siente ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos.

Sin embargo, alrededor de estas dos actitudes se han producido graves distorsiones que comprometen el desarrollo de un país. Este hecho, exige un breve análisis.

 

PATRIOTERISMO Y PATRIOTISMO

Antes de abordar el tema central es pertinente establecer las diferencias entre los conceptos del epígrafe. A nuestro juicio, es preciso que los docentes, padres e inclusive los estudiantes tengan clara la naturaleza de los dos comportamientos. Es necesario este examen porque, a menudo, los actores principales del proceso educativo dan por aceptado que muchas conductas relacionados con la cívica, cumplen con los principios atribuidos a este valor ciudadano.

Entendemos por patrioterismo una deformación de la verdadera esencia del patriotismo. Quizás  la enumeración de varias formas de actuar relacionadas con este término aclare la comprensión  del mismo.

Evidencias del patrioterismo:

-         Conocer y recitar los acontecimientos, fechas, personajes históricos, sin suficiente comprensión de las causas y efectos de dichos sucesos. De hecho, la memorización de datos no puede tomarse como sinónimo de sentimiento de Patria.

-         Reverenciar los símbolos patrios. Este proceder apenas  puede tomarse como un genuino sentimiento cívico. La experiencia demuestra que venerar emblemas son simples formalismos inducidos por autoridades gubernamentales, educativas, militares, familiares. Así, cantar con unción el himno nacional, no significa que una persona sea patriota. La obligada ceremonia de la jura a la bandera, apenas si sensibiliza a  los estudiantes sobre los requerimientos nacionales; tampoco  puede tomarse como garantía de posibles sacrificios futuros.

-         Participar en las eventuales efemérides y desfiles pretorianos.  Esta parafernalia poco puede ser aceptada como conducta de fervor patrio, la mayoría son simples formalidades cumplidas por obligación.

-         Participar en las épocas de elecciones para elegir gobernantes nacionales o locales. Depositar un voto a riesgo de caer en continuas  equivocaciones, no parece evidencia de civismo.

-          Ponderar las acciones de héroes y triunfos en diferentes guerras. Un estudio serio de estas “glorias”, demostraría que casi todas son simples embustes, creados para justificar la existencia de una milicia parásita, que ha lucrado por siglos de la economía nacional, (“Culto al militarismo”, Villarroel, 2 018).

-         Magnificar en los medios los eventuales triunfos deportivos, culturales, científicos de ecuatorianos. Estos lauros no son productos de un trabajo sostenido de instituciones, universidades, organismos de cultura, sino de méritos personales aislados.   

-          Vestir la camiseta de la selección y desgañitarse con los goles, jamás puede ser pruebas de patriotismo.

-         Enunciar, a viva voz, que el Ecuador es el mejor y el más bello país del mundo; emocionarse al entonar canciones como “A mi lindo Ecuador” …

 

Evidencias de patriotismo:

-         Conocer y comprender los problemas y necesidades más acuciantes del país, es a no dudarlo un indicador del  ciudadano o ciudadana que están preocupados por la realidad socioeconómica, política, educativa, ecológica del país y de su localidad.

-         Demostrar capacidad para discernir las causas del atraso que sobrellevan nuestros países. Los patriotas son competentes para identificar los factores del dominio de las potencias extranjeras que han provocado el subdesarrollo de las naciones dependientes.

-         Reconocer el control político-económico ejercido por las oligarquías nacionales, durante los dos últimos siglos.

-         Identificar, con propiedad, a los grupos económicos   que concentran la riqueza nacional, lo que ha generado graves inequidades.

-         Participar de manera activa en la lucha por las reivindicaciones de los grupos vulnerables.

-         Constituirse en protagonista de la búsqueda del bien común en los entornos locales y nacional.

-         Retomar el valor de la Minga como instrumento de solidaridad comunitaria.

-         Asumir, de manera consciente, el papel de  ambientalistas para proteger y preservar la riqueza de nuestra naturaleza.  

-         Oponerse al dogma del mercado según el cual todo debe convertirse en negocio (privatizaciones): salud, educación, seguridad social. Los derechos del pueblo no pueden estar sujetos a la oferta y la demanda.

-         Desterrar el comercio  usurero, el acaparamiento, la ganancia desmedida, la explotación laboral.

-         Preferir productos alimenticios naturales, productos elaborados por nuestros artesanos, industriales, artistas, gestores culturales… Neutralizar la manipulación consumista que induce a preferir comestibles industrializados, artículos fabricados en el extranjero, diversiones exóticas, alienantes, vulgares....

-         Actuar como defensores de nuestros valores identitarios y culturales, oponiéndose al aculturamiento de las potencias extranjeras.

-         Participar, de forma sostenida, en la educación de los menores que brindan los centros escolares. La formación de las nuevas generaciones es obra conjunta de padres, ciudadanos, instituciones comunitarias…

-         Eliminar toda forma de racismo, xenofobia, misoginia. Un país solo puede construirse cuando todos los grupos sociales, pueblos y culturas se integren en igualdad de derechos, respeto y convicción de las potencialidades de los diferentes.

-         Excluir de la sociedad la corrupción individual o colectiva. No se puede hacer patria cuando los ciudadanos, en las diferentes esferas de su desempeño social, incurren en actuaciones reñidas con la ética y la moral. Una sociedad corrupta nunca puede hablar de civismo.

-         Demostrar   solvencia en cada una de las acciones laborales, sociales, educativas, culturales. La mediocridad nunca podrá aportar a la consecución de un país desarrollado, ético, culto.

-         Desterrar la “viveza criolla”, con el fin de aprovecharse de los demás.

-         Rechazar las imágenes y mensajes de los medios que  inducen al consumismo, hedonismo, racismo, machismo, violencia, corrupción, desinformación...

-         Desestimar la meritocracia. La obtención de títulos debe verse como un medio para el servicio al país, a los miembros de la sociedad. La formación académica alcanzada en diferentes niveles no debe tener como finalidades el éxito económico individual y la búsqueda de estatus. Un educado es ante todo un patriota.

-         Reducir al mínimo el empleo de automotores para evitar la contaminación ambiental y las diversas afectaciones a la salud humana.

-         Superar el frecuente nacionalismo, que pretende ubicar al país como el centro del mundo y dotado de cualidades superlativas en relación con otros Estados.  Este chovinismo es fuente de discordias entre naciones y  guerras fratricidas. Todas las naciones tienen valores, virtudes, defectos y falencias que necesitan robustecerse o eliminados, con el concurso de todos los ciudadanos del mundo.  La salvación del planeta debe ser obra del patriota universal: “La única patria que reconozco como mía es el universo, no atesoro más bandera que la libertad, no tengo más familia que la humanidad y no profeso más religión que el amor”. Alejandro Jodorowzky

De los listados expuestos, el lector podrá deducir la importancia de la comparación entre ambas formas de expresar el civismo y el patriotismo por parte de los miembros de una sociedad. (“Formar ciudadanos/as en la Escuela”, Villarroel, 2 019).” El lector puede agregar otros comportamientos que pueden ser, igual o más importantes, en la noción del verdadero civismo.

A más de la pertinencia de estos criterios, por nuestra parte plantearemos varias reflexiones que pueden ser útiles,          sobre todo para los maestros y las maestras.

La primera inferencia es reconocer que las manifestaciones de civismo pueden extenderse, presentando otras evidencias. Efectivamente, para ejercer una ciudadanía responsable, comprometida con el desarrollo humano, social ético, ecológico, es imprescindible el cumplimiento de principios y normas cívicas fundamentales. La pregunta ineludible es: ¿cuál de los dos modelos de civismo, ha tenido predominancia en las instituciones escolares, en la familia y en las estructuras socioeconómicas?

En segundo lugar, es posible colegir que los indicadores de un auténtico patriotismo superan grandemente a la concepción estrecha del patrioterismo, que es lo que impera en las escuelas y en la sociedad. Asimismo, el lector puede deducir la amplitud y la complejidad del genuino  comportamiento cívico. También es posible advertir que la enseñanza del patrioterismo es relativamente fácil: póngase al alumnado a memorizar eventos históricos y definiciones cívicas y el patriotismo descenderá sobre sus cerebros. Por su lado, en el legítimo civismo los estudiantes deben experimentar en su vida diaria los múltiples procederes de la ciudadanía responsable, los cuales no pueden conseguirse con lecciones en las aulas. Sobre esta temática se dedican más adelante algunas páginas.

En tercer lugar, la pregunta más importante tiene que ser: ¿es posible internalizar en los habitantes de un país valores cívicos en el sistema capitalista neoliberal?

Este régimen ha convencido a la gente que lo más importante es la satisfacción de las aspiraciones personales y a lo sumo familiares, aunque esta obsesión impida la construcción de una sociedad próspera, solidaria, fraterna, ética, ecológica. Expresado de otra manera, el país que tenemos es producto de la actuación de hombres y mujeres que incumplen con los postulados básicos del civismo. El lema que se inculca a la población parece ser: “Lo único importante en tu existencia, eres tú y tu parentela”.

Con estos dogmas, es factible deducir la complejidad de formar a nuevas generaciones con los genuinos valores cívicos. A decir verdad, no debe culparse a las personas de la incipiente sensibilidad patriótica; existen enormes y perversas fuerzas del poder capitalista que anulan cualquier predisposición cívica de los habitantes de una república determinada. En el siguiente subtema se profundiza sobre este poderoso óbice.

Entonces, no resulta difícil explicarnos el atraso de nuestro país, al saber de la existencia de ciudadanos y ciudadanas que poco o nada les importa el destino de su nación.  Una evidencia de esta actitud se manifiesta a la hora de sufragar, el pueblo continúa eligiendo a quienes le ha causado pobreza y atraso.

 

APRENDER CÍVICA EN LA ESCUELA BAJO EL DOMINIO NEOLIBERAL

Con los antecedentes expuestos, es posible dedicar varias reflexiones a la responsabilidad de las instituciones educativas en la formación cívica de los menores. La inquietud a dilucidar es: ¿puede la escuela formar chicos y chicas con sólidos comportamientos cívicos, en una sociedad donde cada vez son menos constatados estos valores?

La tesis que sostendremos es que, en un mundo regido por la globalización neoliberal, no puede existir algún vestigio de civismo. Este orden dominante, anuló cualquier sentido de nación o patria  al instaurar el hiper individualismo, según la expresión del pensador francés Lipovesky. En una sociedad donde predomina  la insolidaridad, la codicia, el egoísmo, la meritocracia, casi no existe espacio para la vigencia de una axiología humanista.  Pues sí, la reinante ideología liberal durante siglos ha internalizado en la mente de los habitantes, sobre todo de la civilización occidental, que los máximos derechos  del ser humano son la libertad, la vida y la expresión. Sobre todo, en nombre de la libertad postula que cada persona debe ser artífice de su propio éxito existencial. Con este dogma, los apologistas del individualismo han desestimado cualquier forma de hermandad entre sus miembros.

Pero lo que olvidan o esconden estos libertarios es que la especie humana ha sobrevivido gracias a la ayuda y la colaboración mutua.  La sentencia de Toqueville, expresada hace siglos, echa por tierra el postulado capitalista de la primacía individual: “No hay nada menos independiente que un ciudadano libre”. De hecho, los humanos siempre estamos involucrados en acciones sociales, comunitarias, de trabajo grupal, lo que permite su sobrevivencia.

Entonces, nadie estará dispuesto a creer que después de haber convertido a la sociedad en una verdadera selva donde el más fuerte es el triunfador, o el darwinismo social en su más alta expresión, sea factible formar personas con comportamientos altruistas. En el mercado  no existe ciudadanos, solo sujetos obligados a producir y consumir (homus económicus), (“Mercado  sin ciudadanía”, Farinas, María, 2 005). En este escenario, la  consigna es ¡Sálvese quien pueda! Este imperativo explica el boom del emprendimiento, que ha sido llevado inclusive al currículo escolar. En esta jungla, los  vencedores, una minoría absoluta, tiene el poder, mientras los pobres, calificados de perdedores, son condenados a la condición de siervos (Ver película “Parásitos” en YouTube).

Sobre el asunto, el filósofo francés Eric Sadin (2 022) advierte que el mundo está viviendo la era del individuo tirano y el fin de la sociedad común. Plantea “el advenimiento de la  eliminación progresiva de todo cimiento común, dejando una constelación de seres individuales, descreídos de la política y movilizados por la ira y  resentimiento.

El resultado más crudo de este tipo de sociedad es la enorme inequidad instaurada por la plutocracia mundial. La elemental lógica nos dice que quienes tendrán que demostrar altas dosis de patriotismo son los han conseguido una vida pudiente. De igual manera, los granes propósitos de un país deberían ser preocupación de los que más tienen. ¿Cuál es la consumación de estos razonables juicios?  Ciertamente, pocos admitirán que los ricos estén dispuestos a demostrar atributos cívicos, si han originado incontables sufrimientos a millones de sus compatriotas. Aunque sabemos que la bonanza de las élites ha sido obtenida por la  desventura de los pobres, no es posible observar actitudes solidarias, la búsqueda del bien común, para sacar al país de su postración.

De tal modo que una sociedad con enormes desigualdades económicas no puede enarbolar como su mérito el patriotismo. Esta conclusión bien puede ser considerado un verdadero axioma. Es evidente que en léxico de las oligarquías, empresarios, banqueros, terratenientes, no existe las palabras Patria, pueblo, equidad, bien común; solo el interés frenético por obtener la mayor ganancia a costa de los demás. Estos grupos que eluden grandes sumas de impuestos, que ubican sus fortunas en paraísos fiscales son verdaderos “vende patrias”, pues profundizan la pobreza de sus coterráneos. Así, en el caso  del Ecuador, si se sabe que el 1% de la población concentra el 40 % de la riqueza nacional, no se puede atribuir la virtud del civismo.   

Al respecto, es necesario descartar la equivocada idea  de tomar a la caridad o el filantropismo como sinónimo de patriotismo. Un viejo adagio reza: “La solución para la pobreza no es la limosna, sino evitar que los pobres existan”. Y para cumplir este aforismo, es esencial el predominio de la justicia social, valor que constituye la mejor muestra de una república   esencialmente cívica.

En este análisis, es dable dedicar una escueta referencia a las ideologías de ultraderecha que tienen presencia en nuestras sociedades. Como es conocido, si su doctrina establece que el Estado no tiene por qué preocuparse de los derechos de salud, educación, vivienda, seguridad social, trabajo de los habitantes de una nación, sino que deben ser conquistas de cada individuo, ¿es posible atribuir a esta ideología cualidades patrióticas? Resulta paradójico que todo un Gobierno de esta tendencia imponga la enseñanza de la Cívica en las aulas.

El problema es que este dogma neoliberal tiene tal omnipresencia en el mundo  actual, que inclusive los sectores menos favorecidos terminan por aceptarlo, a pesar de las terribles consecuencias para sus vidas.

Al referirnos a los actores sociales, es imperativo preguntarnos si los gobernantes y políticos son ejemplos de civismo. Pocos se arriesgarán a aceptar esta posibilidad, el mejor testimonio es el país que tenemos, donde la corrupción campea, con graves secuelas para la gran mayoría de la población. Para no caer en generalizaciones agraviantes, admitamos que unos pocos actores políticos pueden estar animados por un sincero servicio a los demás, pero la estructura del sistema neoliberal corrupto, codicioso, antipatria, fácilmente coopta a los ciudadanos impolutos. La mejor prueba de la ausencia cívica de nuestros gobernantes es la nación con severas calamidades que han edificado, desde el nacimiento de la república.  

La otra referencia está dirigida al ponderado civismo de las fuerzas armadas. Según sus jerarcas, y los mandatarios que dependen de ellos, no hay en el país individuos más patriotas; son los hombres de honor, de sacrificio, de valentía, de entrega en la defensa nuestras fronteras. Cualquier cuestionamiento a esta fraseología, corre el riesgo de tacharse de antipatria y hasta sufrir ataques de diverso tipo.

Sin embargo, un acercamiento a la verdadera historia de las milicias en nuestros países demostraría que tienen de todo menos de patriotas. Para probar esta temeraria afirmación es preciso pasar revista a la evolución histórica de las  legiones en nuestra república.

Nadie puede negar que han sido los eternos sustentadores de los gobiernos oligárquicos desde cuando el país inició su vida republicana, y no se diga de las dictaduras. Si esos poderes políticos han sido los causantes de las desgracias sociales y la milicia ha tenido papel determinante para su sostén, no se puede atribuirles valores patrióticos. La historia no da cuenta que los soldados no se han sumado al pueblo para luchar contra gobiernos tiránicos, el saqueo de las multinacionales, la depredación de la naturaleza por los grandes grupos económicos. Asimismo, no pueden catalogarse de patriotas cuando siempre han estado al servicio del poder imperial, el cual  ha subyugado a casi todas las naciones  latinoamericanas, provocando su atraso  nacional y la miseria de su habitantes. Es decir, nuestras huestes, a lo largo del último siglo, han estado a órdenes del amo del Norte, sometidas a su entrenamiento y obligadas a comprar su armamento. Los que traicionan a la Patria, jamás pueden presentarse como modelos de patriotismo.

Además, sería interesante intentar un cálculo aproximado de cuánto le ha costado al Ecuador el mantenimiento de una milicia parasitaria durante doscientos años, a este egreso debe sumarse la onerosa inversión en armamento.

Para justificar su existencia es común escuchares que han sido vigilantes de las fronteras patrias contra las asechanzas externas. En resumen, serían lós únicos patriotas, y para probarlo, han relatado cómo han ganado todas las batallas, aunque la nación haya perdido tres cuartas partes de su territorio. La historia oficial, de su lado, se ha encargado de contar a los escolares, a la gente común, acerca de las hazañas del soldado ecuatoriano y de los personajes del poder político-económico. Sin embargo, tana heroicidad no ha sido un factor que haya permitido superar el subdesarrollo que sobrellevamos. Lo cierto es que casi todos estos relatos son simples fábulas, cuentos patrioteros, que a fuerza de repetirlos terminan como verdades. Un ejemplo paradigmático es las mentiras de la Guerra del Cenepa (Expresidente Rodrigo Borja, YouTube).  Esto nos lleva recordar la frase de Galeano: “Los militares tienen miedo de que no existan guerras”.

Este análisis nos hace pensar la necesidad urgente de reescribir historia del país y con este baño de sinceridad, edificar un nuevo país.

Corresponde examinar si los medios de comunicación observan a cabalidad los principios cívicos. Al respecto, todos podemos dar fe de la poderosa influencia de estos instrumentos para moldear numerosas conductas de las personas, en forma concreta las actitudes cívicas.

Si se establece como premisa que los grandes medios internacionales y nacionales están controlados por los poderes fácticos (imperial, estatal, burgués, religioso, militar), no resulta difícil suponer que estarán al servicio de las élites locales y foráneas. Estos grupos, como se advirtió, tienen como única finalidad su propio beneficio por lo que la gente es solo un instrumento de sus apetencias económicas, (“Diez  estrategias de manipulación mediática”, Noam Chomsky, YouTube).

Pues bien, sobran las evidencias de las protervas acciones antipatria de los medios:

-         Aculturamiento, difusión de antivalores mercantilistas, imágenes y mensajes, racistas, xenófobos, sexistas, machistas…

-         Promoción de conductas violentas, antiéticas, antihumanas...

-         Exaltación del conocimiento y la tecnología de las potencias extranjeras.

-         Manipulación ideológica orientada al mantenimiento de las estructuras socioeconómicas capitalistas.

Indudablemente, estas y otras operaciones  son opuestas totalmente al desarrollo del país. A decir verdad, son contados los medios nacionales y comunitarios que funcionan con la perspectiva de hacer patria; pero, por desgracia, son invisibilizados por la gigantesca maquinaria mediática del poder hegemónico.

En este análisis, es pertinente dedicar  una breve referencia a los otros actores esenciales de la formación cívica de los menores como son los padres y los maestros. La inquietud que discutir es: ¿estos responsables de la educación pueden tomarse como modelos de civismo? Antes de cualquier respuesta, los docentes deben tener en cuenta que, como se anticipó, hemos nacido y crecido en un sistema donde casi no es posible la presencia del patriotismo. Dicho de otro modo, los docentes son “hijos del neoliberalismo” y su ascendiente nefasto ha moldeado sus maneras de ser, pensar y sentir, por lo que se será muy complicado desempeñar  una docencia con valores y principios cívicos. Sobre esta temática regresaremos en el acápite final.  

 Del examen a la actuación de los protagonistas sociales en materia de responsabilidad social, es posible colegir que todos los pregoneros del amor a la Patria han sido los que menos han demostrado este rasgo. En consecuencia, resulta toda una quimera conseguir que el sistema educativo sea capaz de infundir comportamientos de amor al suelo natal y, sobre todo, de compromiso con su adelanto y soberanía. Parafraseando al sabio griego Sócrates puede decirse: el civismo no se enseña, se vive. El sentimiento altruista debe percibirse, “respirarse”, palparse, experimentarse en cada uno de los actos que ejecutan los ciudadanos y las ciudadanas en su medio. Si así fuese, no haría falta llevar lecciones de civismo a las aulas, sino conseguir que niños, adolescentes y jóvenes vivencien los valores del patriotismo.

 

LA RESPONSABILIDAD DE LA ESCUELA DEMOCRÁTICA

De todo lo analizado hasta aquí, queda claro que la escuela, casi no tendría responsabilidad en el generalizado antipatriotismo o apatía social. En verdad, de los juicios expuestos, parece que la educación y los educadores quedan absueltos de la obligación de contrarrestar el globalizado individualismo, el egoísmo, el darwinismo social, inducidos por el poder hegemónico.  Y, sin embargo, los elementales principios deontológicos de la docencia establecen que la formación de las nuevas generaciones con un sólido carácter cívico es un ineludible e imperativo deber de la función educadora.

Eludir esta responsabilidad por el  colosal dominio del engendro capitalista, sería dejar a los menores a merced de la perversa influencia de un sistema que ha pretendido formar el ciudadano universal con los antivalores neoliberales. Para este poder, todos los habitantes del planeta deben descartar la idea de nación, solidaridad, compromiso social, y adscribirse al triunfante mundo de la competencia y  la rivalidad fratricida. Es preciso tener en cuenta que descuidar el sentimiento cívico de los educandos, puede considerarse una forma de antipatriotismo, y ningún maestro querría acusarse con este baldón. Ciertamente, el cometido es tan gigantesco que puede arredrar a cualquier educador o educadora que se atrevas a encarar al orden antihumano, sabiendo que éste tiene los poderes económico, político, militar, judicial, mediático, religioso. Pero, de hecho, solo maestros y maestras con un elevado espíritu de Patria, estarán dispuestos a acometer tan utópico reto.

El otro desasosiego de las instituciones educativas y del profesorado, es saber que las cohortes que han formado  durante las últimas décadas se han convertido en miembros del sistema insolidario.  No debe olvidarse que quienes fabrican y comercializan armas, estuvieron alguna vez sentados en los pupitres de la escuela, el colegio y la universidad; los gerentes que dirigen las industrias contaminantes, asimilaron clases de ecología en las aulas; los banqueros practicantes de la usura, recibieron lecciones de apoyo social, honestidad, bien común; los jueces venales, con seguridad deben haber dedicado en la academia mucho tiempo a estudiar y concienciar una  justicia imparcial  y profundamente ética.

En fin, estos y todos los profesionales,  concienciaron la necesidad de trabajar por el adelanto del país, gracias a su intervención en los múltiples requerimientos nacionales. Por desgracia, todos  aquellos que incurren en conductas  antipatria, no han podido efectivizar las enseñanzas cívicas recibidas de sus profesores.  ¿Qué pasó? ¿Por qué es tan frecuente la desidia ciudadana para unirse al cambio social? ¿Falló el sistema educativo, fallaron los docentes o  fracasó el orden socioeconómico donde ha ejercido su labor? Si sabemos que la escolaridad secundaria y superior de todo el país, han formado millones de graduados, muchos con altos títulos académicos, se podría esperar que la concordia humana, la responsabilidad social, la empatía, el trabajo colaborativo, el respeto a la diversidad étnica y cultural, la defensa del planeta, deberían tener una significativa  presencia.

Una explicación para que este ideal no se haya cumplido es que el  profesorado, con certeza, estuvo muy ocupado en la transmisión de conocimientos de varias materias y su repetición, por lo que no tuvo  tiempo para desarrollar comportamientos  que detengan la plaga egocéntrica que abate a nuestras sociedades. De tal modo que la preocupación cívica ha sufrido un franco descenso por el embate academicista, cuyo único objetivo ha sido llenar la cabeza de los educandos con cuántas asignaturas disponga el currículo. Mientras allá afuera los dilemas familiares y comunitarios les impide llevar una vida digna. En las aulas los menores han recitado todo tipo de contenidos, durante dos décadas, viviendo en un castillo de cemento, incontaminados con las adversidades nacionales de todo tipo.

 

PAPEL  DEL PROFESORADO

En los apartados anteriores ya se ha adelantado acerca de esta temática; ahora, corresponde revisar algunas concepciones pedagógicas y prácticas concretas de los docentes en las instituciones educativas, referidas a la instrucción de este campo de estudio.

 Una de las preguntas planteadas se refería a si quienes tienen la responsabilidad de educar deben ser prototipos del comportamiento cívico.  El viejo adagio: “Los maestros y los padres deben ser vistos y no oídos”, calza perfectamente. Para verificar esta premisa, las proposiciones sobre el verdadero civismo pueden ser un instrumento aproximado de evaluación que exige responderse, de manera veraz. Lamentablemente, las observaciones empíricas verifican que muy pocos demuestran, a cabalidad, actitudes patriotas. Sin embargo, como se anticipó, los principios deontológicos del magisterio establecen que la docencia debe ser la profesión más emblemática del civismo. Ciertamente, a ninguna especialidad se le puede perdonar su insensibilidad ante los acuciantes dilemas nacionales, mucho menos a quienes han abrazado esta profesión. La lógica nos dice que, si la sociedad les ha encargado moldear menores con actitudes solidarias, lo menos que se pueden hacer es tratar de estar a la altura de este relevante encargo, lo cual les convierte en referentes ante los discípulos, los hogares y la comunidades.

De todos modos, somos testigos de los denodados esfuerzos de muchos maestros por preparar jóvenes patriotas, pero más puede el ominoso influjo de un sistema individualista, competitivo, egoísta, insensible… Pocos estarán dispuestos a creer que en el  capitalismo  salvaje pueda ser el ambiente donde se pueda preparar generaciones dispuestas a levantar una sociedad fraterna, generosa, interesada en el bien común, valores que posibiliten a todos  los ciudadanos tener un vida digna.

Ciertamente, los obstáculos son muchos, así lo advierten muchos intelectuales que expresan su pesimismo sobre el futuro del mundo si pervive la rivalidad humana. Frente  a la creciente ruptura social, el pensador italiano Paolo Virno sostiene la “Filosofía de la Impotencia” (2 022), al pretender de demoler al engendro, causante del fratricidio terrenal y de todos los males  que azotan a  la población mundial. Según el autor, “la impotencia se convirtió en una característica central en la vida social y política, donde las personas se sienten limitadas para actuar y afectar el mundo que les rodea. Al estar tan arraigado en la lógica la concepción individualista de la sociedad capitalista, hay poca oportunidad para el trabajo mancomunado. En otras palabras, los ciudadanos se muestran inermes ante el poder hegemónico que ha instituido la proclama: ¡Sálvese quien pueda!

Por su parte, el filósofo sudcoreano Chull Han, asimismo, mantiene la tesis de la imposibilidad de revolución social para abatir al capitalismo  insolidario. Cualquier resistencia está condenada al fracaso, pues el régimen dominante ha cautivado a los ciudadanos, haciéndoles  creer que este es el único y el mejor orden del mundo.  (“¿Por qué hoy no es posible ninguna revolución?” 2022).

Estas reflexiones pueden asomar como una derrota anticipada para los maestros que intentan formar estudiantes con valores humanistas, comunitarios, altruistas, cooperativos, ecológicos… pues bien sabemos que los amos planetarios han impuesto un atroz individualismo, la  competencia desenfrenada, la obsesión monetaria, ¿Quién tiene las de ganar?

Este nefasto dominio  provoca en la mayoría de educadores y educadoras un evidente desánimo unido a la indiferencia, la pasividad  al quemeimportismo social. El gravísimo problema es que estas actitudes, en buen romance, nos convierte en cómplices de la barbarie instaurada por quienes controlan el orbe. Las palabras del intelectual argentino Ernesto Sábato: “Si nos cruzamos de brazos, seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa”, debería incrustarse en el cerebro de todos los maestros. Además, el profesorado deberá meditar qué tipo de mundo quiren dejar a sus hijos y alumnos; ciertamente, no puede eludir esta demanda ética, so pena de que su conciencia le increpe por lo que hizo o dejo de hacer.

A pesar de todo, como hemos insistido, no debe   descartarse la utopía que les permita a todos los docentes del mundo a integrarse a gran cruzada por creación de un mundo alternativo.  No es exagerado afirmar que la misión docente puede provocar que este régimen se venga al piso. En forma más amplia, Una ciudadanía comprometida con su país y con el planeta, devolvería esperanzas a la raza humana, para evitar su holocausto. Las palabas de Martin Luther King son por demás elocuentes. “No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos”. Y, sin la menor dudad, los buenos somos los maestros y las maestras.

Una vez admitida la imprescindible necesidad de formar enes con altos valores cívicos, no obstante, las gigantescas barreras, los docentes deben desarrollar habilidades psicopedagógicas y didácticas para conseguir aprendizajes significativos de sus discípulos y, de modo complementario, la adquisición de actuaciones cívicas en su entorno.

Ya hemos dedicado algún espacio a cuestionar la instrucción tradicional de la cívica. En este sentido, la enseñanza transmisiva, memorista, academicista, teorizante, libresca, descontextualizada, mediocre, tiene que ser sumariamente eliminada.  En su lugar, es  preciso la aplicación de iniciativas que posibiliten la consecución los objetivos tantas veces repetidos en el presente trabajo.

La primera propuesta es concebir al aprendizaje de la cívica como una tarea esencialmente contextualizada. La idea resulta de Perogrullo: la mejor didáctica es vincular a los chicos y a las chicas con su entorno local, Provincial y nacional.  En estos espacios los educandos  aprenden a conocer la geografía, historia, habitantes, cultura, recursos y productos, potencialidades y limitaciones, méritos y defectos, problemas y conflictos…

Ante esta exigencia, los profesores de Ciencias Sociales de una institución y del Cantón deberían reunirse para elaborar un inventario de la realidad local. Una vez sistematizados estos asuntos, es factible elaborar planees y programas de estudio para su trabajo en las aulas. Obviamente, esta operación permitirá la concreción del vínculo vinculación escuela. comunidad; lo cual posibilitará a los alumnos conocer su realidad e incidir en ella.

Un asunto a tener en cuenta es evitar el error de tomar a la responsabilidad social como sinónimo de caridad o filantropía. El real civismo es aquel donde todos (mestizos, indígenas, negros, blancos) trabajamos para el bien común. Este accionar es esencialmente democrático y solidario.  

En consecuencia, el profesorado requiere buscar cuántas oportunidades existan para “sacar” a los estudiantes de las cuatro paredes de la escuela y llevarlos a participar en la vida comunitaria. Solo allí los alumnos constarán la existencia o ausencia  de manifestaciones relacionadas con el trabajo colectivo y la participación ciudadana.

Asimismo, el diseño de experiencias, proyectos, investigaciones en el aula, y luego su implementación en los hogares, barrios, parroquias, cantón, provincia, son inapreciables ocasiones que concientizan a los menores sobre la necesidad de su participar, de manera activa, en su medio social, productivo, ecológico, cultural, deportivo…

Junto a esta prioritaria labor, los docentes, sobre todo de cursos superiores, necesitan introducir innovaciones en los programas impuestos por el Ministerio. Por nuestra parte, en otro trabajo hemos planteado 12 unidades didácticas que pueden estudiarse en las aulas, a saber:

-         Superar el Subdesarrollo.

-         Los  Derechos Humanos.

-         Educación mediática.

-         La interculturalidad.

-         Tendencias político-ideológicas.

-         La responsabilidad social de la juventud.

-         El futuro  tecnológico.

-         Ser una persona culta.

-         Respeto al género.

-         La sociedad del espectáculo.

-         Superar la mediocridad.

-         Los peligros de las redes sociales.

Cada uno de estos ensayos deben servir de marcos teóricos, para posibles investigaciones, estudios  de campo, reflexiones, elaboración de vídeos, dinámicas grupales (taller, debate, mesa redonda).

Los temas también se prestan para promover el pensamiento crítico, aptitud que constituye   una capacidad ineludible del comportamiento cívico. De hecho, el ciudadano  pensante no es la cera maleable en manos del poder, de los políticos, de la manipulación mediática o del catecismo patriotero.

Pero quizás lo más importante sea conseguir que los estudiantes se proyecten a su entorno, donde pueden examinar de primera mano los hechos reales, participar en campañas de defensa de los derechos humanos y de la naturaleza, luchar contra la injusticia, intervenir en movimientos de resistencia a las manipulaciones inmorales que propaga el sistema… En pocas palabras, promover en los jóvenes un alto compromiso social, que les faculte ser protagonistas del desarrollo socioeconómico y cultural de su medio local y nacional.

Una de las mayores ventajas que se puede obtener de las experiencias educación-entorno y de las actividades intraaula, es la comprensión de los conceptos fundamentales de la cívica. Esta disciplina tiene buen número de nociones históricas y sociológicas que requieren ser suficientemente discernidas por parte de los estudiantes. Conceptos como patria, nación, Estado, libertad, democracia, independencia, soberanía, colonialismo, neocolonialismo, derechos humanos, justicia social, ciudadanía, ideología, ética ciudadana, entre otros, son indispensables para  comprender, con propiedad los acontecimientos de la historia, la geografía, sociología, el poder de los grupos económicos y gubernamentales… Este entendimiento es de suma utilidad pues ayuda a desechar la convencional enseñanza de las Ciencia Sociales, centrada en el memorismo de fechas, sucesos, definiciones, que se constituyen en aprendizajes lábiles y poco aplicables.

Del listado de Unidades, también se puede reconocer la diferencia entre los clásicos programas de estudio de las Ciencias Sociales y los que realmente necesitan los estudiantes para comprender su país e intervenir en los acontecimientos que ocurren en su medio. A no dudarlo, estos temas quizás sean más valiosos que los interminables temas de los contenidos de estudio, porque enseña a los alumnos a vivir en su realidad, (“Filosofía para aprender a vivir”, Villarroel, 2 010). Se trata de un aprendizaje experiencial, opuesto a la enseñanza transmisiva que tiene amplia presencia en las aulas. Lamentablemente, este abordaje tradicional de las asignaturas sociales es un simple formulismo para cumplir con las imposiciones ministeriales. (Educación Bancaria, Paulo Freire, 1 978).

Sobre el asunto, es imprescindible que  los educadores y las educadoras develen las oscuras intenciones ideológicas del sistema dominante, que diseña los contenidos curriculares de manera astuta. Ciertamente, convertir a los alumnos en recitadores de información dentro del aula, impide un acercamiento crítico a los dilemas reales de su país. Este artilugio  provoca una conciencia ingenua de los menores y hasta de los docentes, sobre  quiénes han controlado la república.  

A decir verdad, la opción crítica del patriotismo no  deja de tener riesgos para los maestros. El poder se considera omnipotente para controlar y sancionar a quienes denuncian sus depravaciones. De hecho, formar entes contestatarios, que defienda y velen por su país, no está dentro de los planes de los imperios y oligarquías, cuya proterva finalidad es moldear al ciudadano global, bajo la égida de una sola cultura, aquella que contribuya a aumentar su dominio planetario.

Junto a estas reflexiones, es preciso mencionar la pedagogía de los ejes transversales como una estrategia para la enseñanza-aprendizaje de las áreas citadas. En esta metodología todas las asignaturas del currículo deben tener como objetivos primarios de  la formación de valores cívicos y morales. A pesar de que la “asignaturitis” ha sido un completo fracaso para la educación de las nuevas generaciones, los burócratas ministeriales continúan impertérritos con esta aberración pedagógica.

Pues bien, nuevamente es preciso  acudir a la conciencia docente para  sugerir la elevación del conocimiento de la historia de nacional. De modo cierto, es  poco conocimiento es otra arma escondida del poder, si el profesorado no posee suficiente comprensión de la verdadera historia, no la que le contaron en la escuela, seguirá preparando muchachos y muchachas con pensamiento ingenuo, aceptando los cuentos que crearon las élites para mantener el control de la población. De ahí que todo profesor debería cumplir con la exigencia de una buena capacitación histórica; pero, sobre todo, quienes se han especializado en las disciplinas de Ciencias Sociales. A nuestro juicio, es urgente una mayor solvencia en este campo, lo cual le permitirá alejarse del patrioterismo que hemos retratado en el primer acápite. Es pertinente insistir que la historia nacional y mundial que todos hemos asimilado en los centros escolares y en nuestras eventuales lecturas, están llena mitos, cuentos, fábulas, ficciones, relatos adulterados, apenas apegados a la verdad de los acontecimientos pasados. Lamentamos decirlo, pero en la narrativa histórica la constante ha sido mixtificar los sucesos de antaño para favorecer a los poderosos. En estas narrativas, pululan los falsos héroes, las batallas supuestamente ganadas, las presuntas defensas de la heredad territorial, el culto al militarismo, las artificiosas apologías, los cansinos discursos en las fechas patrias… (“Desmitificar los procesos libertarios”, Villarroel, 2 023).

Por supuesto, si se relatase la auténtica historia, el civismo apenas si tuviera anclas a las cuales asirse. Sobre el asunto, debe recordarse la advertencia de Galeano: “La historia ha sido contada por los triunfadores”, los cuales casi siempre son los miembros de las clases dominantes. Como se adelantó, las reseñas pasadas se han concebido para cumplir dos  objetivos centrales: avalar el poder de las oligarquías nacionales y justificar  la existencia de milicias parasitarias.

De esta acotación, se deprende la necesidad de que los maestros y las maestras tienen que realizar su mayor esfuerzo para consultar fuentes fidedignas, alejadas de las adulteraciones oficiales. Viene al caso el aforismo “El que devora libros, no come cuentos”.

Por supuesto que son muy pocas las obras que describen los hechos reales de nuestra historia, por lo que es preciso buscarlos o solicitar la ayuda de algunos especialistas, no precisamente de los historiadores oficiales.  

 

UN COROLARIO PROFUNDO

De todas las reflexiones planteadas, es dable inferir que la sociedad ecuatoriana funciona con un creciente antipatriotismo, lo cual complica cualquier intención de la educación institucional para formar hombres y mujeres con altos valores cívicos. Realmente, resulta una labor titánica para el magisterio oponerse a un sistema asentado en el egoísmo. De tal manera que la imposición Ministerial de introducir la asignatura de Cívica es, en términos populares, un simple “saludo a la bandera”.

Las profundas palabras de Paulo Freire constituyen un atinado corolario al presente ensayo: “La ilusión de que es posible transformar el corazón de los hombres y mujeres dejando intocadas las estructuras sociales en las que el corazón no puede ser ‘sano’, solo existe en aquellos que llamamos ‘ingenuos’ y a quienes Niebuhr llama ‘moralistas’. Por su parte, los ‘astutos’ saben muy bien que, con las prédicas, obras humanitarias y el desarrollo de una racionalidad desconectada del mundo solo retardan el proceso fundamental que es en síntesis el de la transformación radical de las estructuras sociales”.

___________

Dr. Jorge Villarroel Idrovo

villarroel08@gmail.com

Ibarra, Febrero 2 024



La caótica vida de Juan sin luz

La caótica vida de Juan sin luz Tomado del Internet. La caótica vida de Juan sin luz Juan es un vecino común, como tantos de este país, vi...