La caótica vida de Juan sin luz
Juan es un vecino
común, como tantos de este país, vive en un barrio pobre, con su compañera y
tres tiernos hijos. Dos humildes cuartos de bloque sin enlucir, techo de zinc y
piso de cemento sin alisar, rentados a una familia menos pobres que ellos, son
la morada de la familia. Juan era obrero en una fábrica de metal mecánica donde
aprendió el oficio qué venía persiguiendo desde el colegio.
Desde que lo despidieron
de la fábrica, con los centavos de la liquidación y un micro préstamo de la
cooperativa monto un pequeño espacio parecido a taller y vive haciendo pequeñas
obritas de hojalatería y especialmente reparando obras dañadas que le traen
sus vecinos. Los pocos ingresos que obtiene en su taller apenas cubren el agua
con panela de los desayunos, la sopa de menudencias del almuerzo y las
tortillas de la merienda. Las cuotas de la escuela y el catecismo, los
cuadernos de las nenas y hasta el corte de pelo del papá deben esperar a que
caiga una obra grandecita. Todo eso
estaba mal, pero así es la vida y hay que seguir.
Pero ahora se puso peor,
empezaron a cortar la luz por horas, por muchas horas y sin luz no se puede trabajar.
El lunes dijeron en la radio que la cortarían de 8 a 12 horas. Juan madrugo a
las 5 para terminar la puerta de Don Jacinto que estaba a medio soldar y cobrar
la platita para la comida de este día; pero la luz se fue a las 6 no pudo
terminar el trabajo.
El martes, dijo la radio que
se cambiaban los horarios que habría luz desde las 8 hasta las 12, Juan durmió
tranquilo se levantó a las 7 tomó su agua tibia con una hoja de harina y se fue al
taller, llegó 10 minutos antes de las 8 y extrañamente había luz. Feliz conectó
la soldadora, agarró los tubos y se dispuso a trabajar empezó a soldar y sáz, a
las 8 en punto se fue la luz. Tampoco este día pudo terminar la obra tocaba
pedir fiado en la tienda para el almuerzo de las guaguas.
Miércoles, el mismo
anuncio “la luz se corta desde las 8 hasta las 12 del día” Juan desesperado se
levantó a las 4:30 de la mañana se colocó su viejo suéter de la secundaria y
corrió al taller a terminar la puerta de Don Jacinto. Encendió las luces, instaló la soldadora,
cortó la malla y empezó a soldar al marco de la puerta. Terminó el primer panel, estaba marcando los materiales para cortar y sáz se fue la luz. Eran las 6:00
de la mañana. La puerta no se pudo acabar. Y Juan no tiene para la comida de sus
hijas, la vecina de la tienda no quiere fiar más porque ya son muchos los
vecinos que fían en estos días sin luz.
Esta es una historia común,
de muchos hombres y mujeres comunes. Un amplio sector social que no discute de
ideologías, que no entiende de derechas ni de izquierdas, de institucionalidad, de
derechos humanos, ni de garantías constitucionales; pero cree en lo que dice la
radio, la televisión, la autoridad, el cura en la iglesia cada domingo. Que se
esfuerza por cumplir las cuotas que le imponen en la escuela y en el catecismo
para que sus hijos no pasen vergüenza. No entienden de negociados,
privatizaciones y privaciones, aunque las vivan todos los días. Pero seguirán votando por el que digan que es
mejor en la televisión, en la radio, por lo que diga el cura y el patrón. Mientras su hambre y miseria solo puede
explicarse por la mala suerte o por voluntad de Dios.
Pero ahí, en esa misma sociedad donde el hambre, la miseria y la ignorancia no piden permiso, ni necesitan licencia para existir, se va acumulando el sedimento de la impotencia, de la frustración, del dolor y la desesperanza. Tinaja de la desesperación, en que se fermenta la violencia, el odio, la ira. Un día, la caldera explota y la sociedad es un amasijo de crimen dolor y muerte; parece no haber explicación más que la maldad humana, la llegada del maligno y el mismo cura que sin mucha discreción indujo tu voto, hoy te llama a cadenas de oración por la paz social, la televisión y la radio que te mintieron piden mano dura contra la delincuencia, la autoridad que te engañó saca a las fuerzas represivas a las calles a defender sus propiedades, las de ellos, de los que te gobiernan, de los que te despiden del trabajo, te ultrajan y te engañan. Y sus expertos, (los de ellos otra vez) dirán por la radio, la prensa, la televisión y redes sociales; con la magnificencia de su experticia, que hay que suspender los derechos humanos para los malos que atentan contra el derecho de los menos a vivir bien, y pedirán decretar pena de muerte para todos los desarrapados, desposeídos que se atrevan a creer que tienen derecho a la vida y aún a comer.
¿De verdad es esa la
sociedad que buscamos? o ¿acaso no somos capaces de entender que estamos en
plena rodada cuesta abajo? en el punto justo donde los amigos te dicen “lo
siento pana, pero la cosa está jodida y que cada uno vea como se salva” “te ayudaría,
pero primero tengo que ver por mí y los míos” “Sálvese quien pueda y cómo pueda”
Fredy Torres Acaro.
Octubre 31 del 2024.