NUESTRAS RAÍCES
Es necesidad
imprescindible, reconocer nuestras raíces, identificarnos como lo que somos,
sentirnos orgullosos de nuestra tierra, nuestra sangre, nuestra cultura,
lenguaje, dialecto, y características peculiares del pequeño espacio en que
nacimos y construimos nuestro ser vital.
Lo dicho no
implica coartar el legitimo derecho a crecer, y desarrollarnos de
acuerdos a nuestras expectativas, implica sí, analizar críticamente prioridades,
beneficios y perdidas en el proceso de transformación.
Muchas veces por
seguir una fantasía o un sueño, inculcado desde arriba, desde el artificio
omnipotente de la publicidad del sistema, terminamos siendo víctimas de la
levedad del ser, sumidos en la angustia existencial, de tenerlo todo y
sentirnos vacíos a la vez, con una sed insaciable que buscamos colmarla con mayor consumo y despilfarro, vacío que para Carlos Yung,
proviene de la pérdida de identidad, provocado por la negación de nuestras raices, es simplemente vivir una vida
que solo produce dinero, bienes materiales y efímeras satisfacciones,
como las del niño que adquiere un juguete nuevo; pero nada más, es vivir una
vida ajena, distante de nuestros sueños
y anhelos profundos, es vivir haciendo cosas que no nos satisfacen, hacer lo
que otros necesitan que hagamos, según sus
mezquinos intereses, situación que al final solo generará un enorme vacío producto de la distancia entre nuestro ser
interior e intimo y aquello que el
capital quiere que hagamos; vamos tras la dorada fantasía del tener más, consumir más, gritar más,
ordenar más, solo porque puedo pagar más; incluyendo en esta descabellada
carrera, maltratos, humillaciones, ausencias; para al final, luego de alcanzado
tal despropósito (léase “éxito”, según
el argot del sistema) concluir, que en
realidad, no valía, las penas, los
maltratos, las angustias, las vidas destruidas en el camino, porque hoy, tenemos
mucho, pero también una angustia aún mayor, un vació que no lo llena nuestra
gran casa, el carro, los electrodomésticos de última generación, la ropa
elegante, las cuentas de banco, y ni aún todos los nuevos juguetes que podamos adquirir, ni la
impertinencia con que actuamos frente a los
que algo necesitan de nosotros.
Quizá en la precipitada
carrera hacia el éxito que nos pintó el sistema, nos olvidamos de nosotros
mismos, de nuestras raíces, a quienes nos dieron la mano para nuestros primeros
pinitos, a aquellos con quienes exploramos juntos este mundo por primera vez, nuestros
amigos de los primeros años de vida.
Es hora de frenar
esta vertiginosa autodestrucción y
redireccionar nuestros pasos hacia algo más
profundo que el trivial concepto de éxito
capitalista, que se limita al absurdo axioma
a más capacidad de consumo, mayor
poder.
Terminas tu vida
luchando denodadamente por ubicarte en un mejor lugar del engranaje del molino
cruel del sistema, sin saber quizá que luego serás expulsado por el otro
extremo del molino, solo que convertido en bagazo, nada más.
Fredy Torres A.
Septiembre 9 del 2011.
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