LA REVOLUCIÓN LIBERAL. 5 DE JUNIO DE 1895



 LA REVOLUCIÓN LIBERAL. 5 DE JUNIO DE 1895



La “Hoguera Bárbara”
Tatiana Hidrovo Quiñónez, Presidenta de la Corporación Ciudad Alfaro

El 28 de Enero de 1912, asesinaron, arrastraron e inmolaron en Quito al revolucionario y ex presidente de la República, Eloy Alfaro Delgado, y con él a varios de los radicales. El hecho tuvo connotaciones de extrema violencia, que fueron narrados de manera estremecedora por José María Vargas Vilas: Tras ser llevado a Quito y recluido en el Panóptico, un soldado del Marañón dispara a Alfaro, luego lo “ultrajan, lo escupen, lo desnudan, le atan una cuerda a los pies, y lo sacan a la calle”. Proceden de igual forma con Medardo Alfaro, Flavio Alfaro, Manuel Serrano y Ulpiano Páez. A Luciano Coral, “le arrancan la lengua estando vivo”. Sacan los cadáveres y la “lúgubre” procesión comienza. El cadáver de Don Eloy va primero. “Pocos pasos más y la cabeza es cortada en pedazos; le arrancan los labios; un bárbaro, le tritura las mandíbulas (…) Un fraile disfrazado le corta los testículos; le arrancan el corazón, y se disputan en pedazos... ¡Mueran los masones! ¡Viva la religión! ¡Mueran los herejes! ¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús!... Hombres, de alta sociedad, salen a repartir dinero a los asesinos… así llegan, los cadáveres a El Ejido… Se hace una pira y se les arroja en ella… Nadie viene a oponerse a ella; ¿no hay gobierno en Quito? Sí lo hay; pero, es el gobierno, quien ha ordenado ese asesinato”.
Otro radical, intelectual y contemporáneo de Alfaro, José Peralta, recoge su visión del sangriento hecho: “Innumerables relaciones del drama han corrido impresas, llenando de indignación y horror a las naciones civilizadas del mundo: desacordes algunas en meros detalles, todas están conformes en acusar a Freile Zaldumbide, y sus Ministros, a Plaza, Navarro y Sierra, a los soldados del ‘Marañón’ y a los clericales fanáticos de Quito, como directamente responsables de tanta inequidad. La opinión unánime los designa como criminales; y ha sido vano, completamente vano todo esfuerzo de su parte para procurar defenderse de acusaciones tan tremendas y tan sólidamente fundadas”.
Roberto Andrade, biógrafo y amigo de Alfaro, acusó directamente a la prensa, sobre la cual dice: “La prensa sediciosa, satisfecha de su obra nefanda, porque obra de ella es esta situación anormal de la República, redobló sus ataques contra la administración, que la toleró hasta el absurdo; y en el desborde de sus iras, fueron la sedición y el asesinato, el objeto preferido de su propaganda”. Un mes después del acontecimiento, Olmedo Alfaro, hijo de Don Eloy, señaló igualmente a Plaza, a Zaldumbide y responsabilizó a los periódicos de oposición: El Comercio, La Prensa, la Constitución y el Grito del Pueblo, de haber mentido y difamado para arengar a la opinión pública en contra de su padre y promover su asesinato.
Desde el presente, se entiende el asesinato de Alfaro y sus seguidores, como un hecho planificado, promovido, articulado y ejecutado por representantes de la burguesía y los terratenientes, para controlar el Estado. En efecto, la muerte de Alfaro truncó la Revolución Radical y permitió entronar un Estado plutocrático, burgués y oligárquico. Los efectos de la Revolución se comenzaban a evidenciar en la propia sociedad. Los grupos hegemónicos estaban temerosos de que el radicalismo, apoyado por sectores urbanos y campesinos, desatara cambios más profundos, tocara la propiedad de la tierra, limitara la injerencia de los bancos privados en la política monetaria, ampliara los derechos ciudadanos y politizara más a la sociedad, desencadenando la agencia popular. La historia recoge el pacto tácito entre las fuerzas burguesas y terratenientes de la Costa y los terratenientes de la Sierra, quienes estaban aliados a su vez con sectores retardatarios de la Iglesia Católica. Leónidas Plaza fue el actor fundamental de ese pacto.
El triunfo de las fuerzas alfaristas se había producido tras tres décadas de luchas armadas (1864 – 1895). Los radicales, con el apoyo de las bases campesina y urbano popular, lograron imponerse e impedir que la “Argolla” asumiera nuevamente el control del Estado (5 de junio de 1895). La correlación de fuerzas determinó la participación de la burguesía en la primera época de la Revolución; en el segundo período del Alfarismo se llevaron adelante las transformaciones más profundas: se consolidaron las libertades y derechos fundamentales; se estableció el Estado y educación laica; se crearon instituciones civiles (Registro Civil); se nacionalizaron los bienes de la Iglesia y se la separó del Estado; se incluyó a las mujeres en el espacio público; se apoyó la organización artesanal; se protegió a la naciente industria nacional; se concluyó el tren Quito – Guayaquil; se dispuso la moratoria de la deuda externa; se impuso el patrón oro, y se mantuvo latente un espíritu de integración latinoamericana. La ideología radical de Alfaro, su patriotismo, su carácter indómito y su identificación con los sectores populares “macheteros”, siempre tuvo en vilo a los grupos de poder, que terminaron matándolo.
A pesar de la “Política del Olvido” que acusó el Estado ecuatoriano, secuestrado permanentemente por las oligarquías históricas a lo largo del siglo XX, la memoria social guardaba los hechos de la muerte de Alfaro y el proceso revolucionario, atravesó 100 años. Alfredo Pareja Diezcanseco cuenta que poco después de su muerte, imágenes de Don Eloy estaban colocadas hasta en las chicherías de Guayaquil; la gente gritaba en los espacios públicos: ¡Viva Alfaro! Avanzado el siglo XX organizaciones de izquierda reivindicaron su nombre y acción; grupos musicales produjeron melodías evocando la gesta; la fuerza del recuerdo llevó a las instituciones locales a colocar su nombre en plazas, parques, escuelas y calles. Los artistas consagraron su imagen en retratos y monumentos; los escritores de avanzada produjeron poesía y narraciones sobre su vida y obra, una de ellas, la “Hoguera Bárbara”. A pesar de los relatos reducidos y sesgados de los textos escolares, muchos de los maestros con iniciativa propia trasmitieron con unción los hechos de la Revolución, inflamando los sentimientos de varias generaciones anteriores a la instauración del Estado neoliberal. Esa memoria popular y colectiva afloró de pronto a principio del siglo XXI, justamente cuando se había exacerbado la “Política del Olvido” por parte de los gobiernos neoliberales: La gente se tomó un espacio mediático que parecía tener meros propósitos comerciales y eligió a Eloy Alfaro, como el “Mejor ecuatoriano de todos los tiempos”, usando para ello, las nacientes redes sociales informáticas.
Más allá de la acción del Estado, la gente rememora a sus héroes y gestas, porque le son útiles en el presente. Alfaro y la Revolución Radical son recordados, porque sintetizan los más altos valores e ideales políticos del pueblo ecuatoriano. Su imagen fue construida desde abajo, convertida en un referente del histórico proyecto político de los sectores populares, que ajustándose a cada momento, ha buscado la destrucción de las estructuras coloniales y la construcción de una democracia profunda, una sociedad igualitaria y un Estado soberano. La nuestra es una sociedad que se fundó sobre la base de un orden colonial, cuyos rasgos más profundos perviven hasta el presente: el racismo, la segregación, la exclusión, la inequidad, el corporativismo, la desigualdad social y económica. La nuestra es una sociedad que también enfrenta durante el largo período republicano al proyecto político hegemónico y dominante, cuyos agentes pretenden usar al Estado para la acumulación de riqueza y renta particular, proteger el capitalismo especulativo y financiero, y por lo tanto, mantener una sociedad dividida por el principio de la pigmentocracia, garantizando los privilegios para una minoría. Alfaro representa la lucha de los ecuatorianos contra esas estructuras.
Un siglo después, Alfaro y la Revolución, no han sido olvidados. Las llamas de la Hoguera Bárbara fueron finalmente un marcador de memoria colectiva, memoria que es en sí mismo una forma de contestar y condenar al magnicidio y la violencia de las oligarquías; y por otra parte, se convierte en un continuo espacio de reflexión para identificar en qué punto se encuentra el histórico proyecto popular, cuáles son los poderes fácticos que lo detienen, cuál debe ser la estrategia y los nuevos elementos que deben ser incorporados en ese complejo proceso de redefinición de un Estado Nacional – plurinacional, y la búsqueda de una sociedad de justicia y democracia plena. El recuerdo de un hecho trágico, cuyo signo es la muerte, se transforma por acción popular, en un símbolo vivo del espíritu revolucionario de los ecuatorianos. La memoria colectiva ha canonizado a Alfaro y su Revolución, que finalmente fue una gesta del pueblo ecuatoriano. De esta forma, a través de Alfaro, los ecuatorianos se recuerdan a sí mismos.


Tomado de: La Hoguera Bárbara.        Agenda Comisión Interinstitucional





No a la impunidad
Marcela Costales, Viceprefecta de Pichincha

Decía Simón Bolívar: “…me tocó la misión de relámpago, iluminar un instante las tinieblas, rasgar la oscuridad y volver a sumirme en el abismo”. Seguramente esto que dijo Bolívar en los momentos de gran aflicción espiritual también habrá sentido Alfaro, también habrá sentido Manuela Sáenz, habrán sentido todos aquellos grandes seres humanos que entregaron su vida por una causa y que se vieron traicionados y que se vieron solos y que se vieron abandonados.
Pero la verdad no es esa; aquel que rasgó como Bolívar o Eloy Alfaro las tinieblas nunca puede volver a sumirse en la oscuridad, está presente y vivo en el corazón de todos los que amamos la Luz y la Verdad; así que su vida no pasó desapercibida.
Son cien años del asesinato de Alfaro, pero son también cien años de que se inaugurara la impunidad, la violencia, como dijera el Cónsul de Inglaterra que fue testigo de lo que sucedió aquel 28 de Enero sangriento: “He visto muchas otras revoluciones, he visto países levantados en armas, pero nunca he visto tanta maldad, tanta sed de sangre y tanto olvido e incapacidad del Gobierno para defender a quienes son los mártires”. No puede seguir instalada la impunidad, no puede seguir instalada la violencia, el pensamiento de Alfaro y su legado nos debe llevar a proclamar en este centenario: No a la impunidad de todo género y No a la impunidad política que ha tratado de quitarnos la memoria histórica.
Y lo peor de todo, compañeras y compañeros, hacer de Quito la asesina de Eloy Alfaro, lo que no es verdad. Quito con sus 65 rebeliones contra la Corona Española es una ciudad libertaria y no fue Quito la del martirio, fue la oligarquía, los poderes fácticos, la prensa, la iglesia, todo aquel que luchó contra el pensamiento laico. Así que en este centenario debemos quitar esa mácula a la ciudad libertaria, a la provincia libertaria de la cual Simón Bolívar dijera: “Pichincha es la libertad para América”.
Y nos dice con toda razón el descendiente de Luciano Coral: “No es solamente la muerte de Alfaro, él es la tea ardiente, pero detrás de él estuvo todo un pueblo”. Y estuvo Luciano Coral pluma y espada, el secretario de Eloy Alfaro, aquel que presintiera su muerte y diría: “…en la mitad del día más hermoso puede transformarse en noche de tormenta y venir el caos de la muerte”. Presintió su muerte como se presiente a veces la grandeza de la vida; pero también es el nombre del Tigre de Bulu Bulu, del General Montero, el de Yaguachi, quien fuera sacrificado en Guayaquil. Y también de los dos Alfaros, Medardo y Flavio Alfaro, y de Ulpiano Páez, aquel glorioso guarandeño que supiera decir con entera verdad: “esta tierra no es de traidores, esta tierra es de gente que ama la verdad, la justicia y la libertad”. De todos ellos es el legado, no solamente el legado de Alfaro, también es el legado de los negros de Vargas Torres, de las montoneras de Esmeraldas y de toda la sangre india corriendo a torrentes por Alejo Sáez y el Coronel Guamán, levantados en cornetas generales y coroneles de Alfaro que supieron ser la voz de Los Andes, en una Revolución Liberal que hoy se reproduce en la Revolución Ciudadana, es la revolución de la diversidad; es la revolución del pensamiento indio, del pensamiento negro, del pensamiento mestizo.
Y está con Alfaro la gloriosa Ñata Gamarra representando a la mujer montonera, aquella a la que todavía le dice el amorfino (copla montubia): “Adiós Ñata bonita, combatiente y montonera, dame en el cielo una cita, que Palenque de nuevo te espera”. La mujer en la Revolución Liberal, la mujer montonera: aquella que llevaba su hijo a las espaldas, los tiros como collar de fuego atados a su cuello y que era montonera, combatiente, cocinera, amante, guaricha y que supo ser la base de la Revolución Liberal y que nadie la ha reconocido. La que no pidió ni una condecoración, ni un premio, ni una estrella, ni dinero y regresó, cuando pudo, a su casa, pero que hoy vive en el corazón de todas aquellas que sentimos que en la Revolución Ciudadana ha renacido la Revolución Liberal y está presente el legado de la mujer montonera.
De tal modo que no es solamente un nombre, es también el legado del amor, es la palabra de Alfaro a su Anita Paredes Arosemena, aquella Anitilla a la que amó tanto y a la que decía en una de sus más hermosas cartas: “Con esta mano, con la mano derecha, con la que tomo el sable, la espada y la pluma, con ésta me arranco el corazón todas las noches para no morir de nostalgia al no poderte tener cerca de mí”. Es la revolución del amor
Y es la revolución de América porque Alfaro es Panamá y sus exilios; Alfaro es Costa Rica y su madre abandonada en esa nación amiga; Alfaro es Nicaragua, que le dio el grado de General de División y Alfaro es Perú y Lima, que hasta hoy tiene los acordes del vals “Alfaro en Lima” y Alfaro es Venezuela y Alfaro es Chile y Alfaro es el nuevo pensamiento de América que cuando el mundo se derrumba, el mundo capitalista cae, empieza a unirse más señera que nunca, para dar ejemplo de cómo recuperar los más altos grados de valores humanos.
De manera que Alfaro es la memoria colectiva y esta vez no será únicamente Pichincha la que se movilice, será La Esmeraldas de Vargas Torres, Los Ríos de la Ñata Gamarra, El Oro del General Serrano, Guayas del Tigre de Bulu Bulu, Carchi de Luciano Coral, Guaranda de Ulpiano Páez, vienen todos para decir presentes por qué el 28 de Enero proclamaremos: No a la Impunidad, no a la violencia. Sí a la recuperación de la memoria colectiva y el descendimiento, el segundo gran descendimiento de Pingaroa, el Cóndor de Fuego de los grandes padres ancestrales, que bajará desde el Pichincha para tomar el corazón azaroso de Alfaro desde la Hoguera Bárbara y proclamar que renace en el corazón de todas y todos los que amamos la Patria y la Libertad.


Tomado de: La Hoguera Bárbara.        Agenda Comisión Interinstitucional








EL MEJOR ECUATORIANO
Don Eloy, el mayor ecuatoriano de la historia
María Fernanda Espinosa, Ministra Coordinadora de Patrimonio


Don Eloy es sin duda el mayor ciudadano ecuatoriano de la historia. El Viejo Luchador es ejemplo para todos quienes creemos en una patria justa y equitativa; honesta y solidaria. Eloy Alfaro fue un hombre que amó profundamente a su patria, por la que incluso entregó su propia vida. Fue un gran visionario y con sus ideas, su espada y su inquebrantable valor logró iniciar la transformación del Ecuador de aquellos años.
Como nadie luchó por los pobres y olvidados; por los oprimidos y excluidos. La Revolución Alfarista transformó de manera profunda las condiciones políticas, sociales y culturales del Ecuador. Los excluidos y olvidados se convirtieron en ciudadanos con derechos civiles y políticos. Creó el Registro Civil para que todos puedan inscribirse como ecuatorianos y sin necesidad de tener dinero, ser católico o tener “linaje”. Eliminó el concertaje, aquella forma de explotación de trabajadores, sobre todo campesinos, montubios e indígenas. Sus ideales le llevaron a entender que la educación debía ser para todas y todos, y debía ser laica y gratuita. Por ello fundó los colegios que después de 100 años siguen siendo los más importantes del país como: el Colegio Militar que hoy lleva su nombre; el Colegio Bolívar de Tulcán y el Colegio Nacional Mejía. Fundó los colegios normales para preparar maestros, como el Juan Montalvo y Manuela Cañizares, entre otros, también fundó la Escuela de Artes y Oficios, y la Escuela de Bellas Artes.
Eloy Alfaro Delgado es uno de los pilares fundamentales en los que se asienta la profunda vocación democrática de los ecuatorianos. Por ello, conmemorar los 100 años de su asesinato, debe ser una manera de recuperar sus ideales, su lucha, su entrega. Y, sobre todo, reafirmar nuestra convicción de cambio y transformación a través de la Revolución Ciudadana para profundizar aquellos logros de la Revolución Alfarista y, además, para que aquellos sueños que fueron truncados por la Hoguera Bárbara, hoy se hagan realidad.
Alfaro alentó la conformación de los primeros sindicatos, como una forma para mejorar las condiciones de vida de los obreros, de los artesanos. Alfaro reivindicó a la mujer, la incorporó al trabajo y la educación, por ello tantas y tantas mujeres se sumaron a su Revolución, como la Coronela Filomena Chávez, una valiente manabita que fue expulsada de su escuela, a los 10 años, por gritar ¡Viva Alfaro!
El viejo y querido luchador, implementó las más amplias libertades, como las de pensamiento, cultos y prensa. Esa misma prensa que luego la utilizaron para ofenderlo y generar un ambiente hostil que desencadenó los hechos del 28 de enero de 1912.
Alfaro nos legó un sentido distinto del ser patriota y ciudadano. Un ciudadano que debe ejercer a plenitud sus derechos. Alfaro nos dejó instituciones civiles al servicio de los ciudadanos. Alfaro nos heredó un sistema educativo laico, de calidad y para todos. Alfaro lideró el proceso de integración y unidad nacional; nos dejó un sistema ferroviario para mejorar el comercio interno y combatir la lejanía y el asilamiento de cientos de pueblos y comunidades. Ese mismo ferrocarril que ahora vuelve a renacer para orgullo de todos y todas. Ese mismo ferrocarril que vuelve a dinamizar las economías locales y a generar empleo. Ese tren patrimonial que vuelve a unirnos y a juntarnos.
Alfaro además tuvo una visión continental; el Ecuador debía ser parte de una gran nación, de una comunidad internacional soberana e independiente. Alfaro abrió el camino para las artes y las ciencias. Y liberó a los campesinos, montubios, cholos, negros, otorgándoles un rol protagónico de derechos y libertades.
El Viejo Luchador no murió en el arrastre ni en la Hoguera Bárbara de las oligarquías; Eloy Alfaro vive en cada espíritu libre que lucha por un país distinto. Alfaro y sus montoneras y todos aquellos que murieron junto él, como sus hermanos Medardo y Flavio; Ulpiano Paéz, Manuel Serrano y Luciano Coral, entregaron su vida por un país para todos, son nuestra guía y nuestro mayor referente. Por ello hay que recuperar su pensamiento, su accionar, su vida, su ejemplo.
El Viejo Luchador no es una estatua inmóvil, es un ser vivo que habita en cada corazón ardiente y en cada ciudadano honesto. Por eso nuestra Revolución Ciudadana es profundamente Alfarista y profundamente democrática. Y esta es la razón por la cual, el Gobierno Nacional creó, mediante decreto ejecutivo, la Comisión Nacional del Centenario de la Hoguera Bárbara, integrada por varios ministerios y entidades públicas, a las que se han sumado también gobiernos locales, organizaciones y colectivos ciudadanos. Por esto, invitamos a todas las ecuatorianas y ecuatorianos a juntarnos alrededor de la esperanza, para recordar el Centenario de la Hoguera Bárbara y que esa lección sea hoy el motivo que nos impulse a continuar luchando por el cambio y la transformación del Ecuador.
Don Eloy Alfaro decía que “los mártires son los que realmente han redimido a los pueblos. Sin los mártires no habría libertadores; éstos recogen la buena simiente que sembraron y regaron aquellos con el sacrificio de su vida.” Hoy, cien años después, la Revolución Ciudadana recoge esa simiente para seguir construyendo la Patria Nueva. Para seguir transformando el país con el mismo amor y la misma pasión de Don Eloy. Levantemos su espada vigorosa para decir ¡Viva Don Eloy, Viva la Patria, Viva el Ecuador!

“Vamos a seguir sus huellas,
Comandante Montonero.
Estamos aquí, en su pueblo mi General,
Y ante su osamenta
Juramos defender la Patria.
Nunca más, mi General, esta tierra será víctima de opresores;
Nunca más será hacienda de los poderosos;
Nunca más será humillada ni pisoteada:
Esta es la Patria altiva, libre y soberana
que juramos defender con la vida.”


Rafael Correa Delgado
Presidente Constitucional del Ecuador



Tomado de: La Hoguera Bárbara.        Agenda Comisión Interinstitucional
               












“Pero ya nada pueden hacer contra mí, he empezado ya a elevarme,  porque mi alma, mi espíritu de luz, los contempla desde arriba,  desde otra dimensión, desde otra realidad.“
Eloy Alfaro










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Ecuador. Más allá de lo aparente

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