LIBERTAD DE PRENSA O LIBERTAD DE
EXPRESIÓN
La libertad de prensa es un derecho inalienable de la ciudadanía que está
estrechamente unida al concepto de libertad de expresión, se genera en base al derecho ciudadano a estar informado de manera objetiva de lo
que sucede en su entorno, toma impulso, con el surgimiento de los estados
capitalistas, apresuradamente llamados democráticos, y busca precautelar el derecho de los medios
de comunicación a poder informar todo lo
que sucede en su entorno, sin que ningún poder, sea este estatal, económico,
político, o militar pueda impedirlo.
Hasta aquí, un enunciado bastante claro y totalmente positivo para que las y los
ciudadanos estemos en disposición de información
objetiva, veraz, y oportuna de lo que sucede a nuestro alrededor, sin embargo
es muy importante mirar un poco más a fondo como este maravilloso enunciado, se
ejecuta en la práctica, para ello se abordará
algunos elementos necesarios a
fin de lograr una comprensión más cercana a la realidad.
En un primer intento, por comprender esta realidad es
necesario remitirnos al momento histórico social en que surge este enunciado, esto
es, en el periodo de formación de los estados
naciones, en el marco del nacimiento del sistema capitalista, entonces los
medios de comunicación eran emprendimientos
minúsculos, limitados tanto por el escaso desarrollo tecnológico del
momento, como por el incipiente capital, ya que no eran conceptualizados como
negocios atractivos a la inversión, entonces estaban ausentes de los planes e
intereses del mercado, y crecían marginalmente; luego su campo de interés era exclusivamente la
información y entretenimiento e incluso la formación a la comunidad, sin
propósitos ocultos, o, metalenguaje direccionado a intereses mezquinos, se
desarrollaron en un ámbito, si se quiere ingenuo, profundamente natural, que paulatinamente
entra en conflicto con los intereses de los grupos de poder, que crecen
aceleradamente abarcando más espacios de la acción humana, conflicto que
persiste durante una larga etapa histórica hasta que la habilidad del poder
económico transforma al sector de la información en un atractivo negocio
publicitario, que lo llevó a vender mucho más que mercancías tangibles,
incluyendo en este proceso ideas, propuestas y paradigmas económicos, políticos, sociales, culturales,
etc. Y consecuentemente a captarlo y constituirlo
en parte de dicho poder.
El otro elemento a considerar es el de la objetividad,
filosóficamente la objetividad es entendida como aquella realidad que se encuentra fuera del
sujeto, y que por tanto según cierta concepción filosófica, no cambia por la
forma en que es percibida por el sujeto; esta aseveración contextualizada en el
ámbito de la comunicación, supone que el
informador debe trasmitir lo que ve, escucha, o percibe, sin incluir en ello
ningún matiz; sin embargo ello no es factible en la práctica, ya que la
percepción humana está condicionada por una serie de factores que inciden en la
forma de percibir la realidad, de cada individuo, entre ellos tenemos el
contexto natural, social y cultural en que se ha formado y se desarrolla el
informador, su sensibilidad, experiencia, ideología, etc.
Son elementos que alteran la percepción de una persona a
otra, más aún si a ello agregamos el análisis interpretativo del comunicador al
momento de editar la información para pasarla a los medios; de ahí que la
mencionada imparcialidad y objetividad en la información, no va más allá
de un bonito enunciado, que en la práctica
desaparece, a pesar de esta aseveración,
debe reconocerse la existencia de comunicadores que realizan un importante esfuerzo por dar una mirada
pluralista a la realidad, despojándola de claras tendencias interpretativas,
analíticas o doctrinarias.
Mención especial merece el hecho de indicar a quien o a
quienes representan los comunicadores, que tendencias, que posiciones
ideológicas, económicas, culturales y sociológicas representan tanto los dueños
de los medios de comunicación, como quienes trabajan para ellos. En la
actualidad y sustentado por el análisis de Ignacio Ramonet[1]
desde hace un poco más de tres décadas, los medios de información se han
constituido en grandes transnacionales de la comunicación alineadas
estrictamente junto al poder económico de las gigantes corporaciones que
dominan el mercado mundial, luego, tienen intereses propios, concepción
económica, sociológica, cultural definida, que difundir, generar, justificar y
defender, consecuentemente ya no existe ni puede existir la más mínima
imparcialidad ni aún en la trasmisión de la información, menos en la
interpretación y análisis de la misma.
Esta toma de posición de los grandes medios de
información elimina la posibilidad de hablar de una libertad de prensa, ya que esta
es invocada desde una posición maniquea, usada hábilmente para defender lo que
ciertos grupos de poder denominan libertad de prensa, que bien conceptualizada
no es más que la libertad de ciertos grupos de poner para imponer sus puntos de
vistas, quizá mucho mas allá su doctrina, es decir, posicionar la cosmovisión
del poder como la única posible, y válida en el contexto universal, subyugando
o descalificando toda opción alternativa surgida desde los sectores
subordinados que no controlan el poder, no coinciden con él e incluso se oponen
al mismo.
Estas posiciones niegan la diversidad y generalizan su
concepción, imponiéndola a las masas a partir del control absoluto de las gigantes
trasnacionales de la información que pertenecen
a una élite muy reducida, excluyendo a los grandes sectores populares, que se
transforman en pasivos receptores de las
ideas difundidas por los medios de difusión masiva.
Si a lo señalado
se agrega la manipulación emocional que la prensa realiza de la susceptibilidad humana al presentar
imágenes impactantes, trasmitir
situaciones particulares dramáticas, para justificar ciertas opiniones
que se ubican en el campo de su interés, es otra forma de desinformar y controlar la opinión ciudadana, orientándola
a la doctrina oficial. Lo indicado, junto al escaso desarrollo del pensamiento
crítico existente en la ciudadanía, quizá causa de la acción de los mismos
medios de difusión que se encargan de implantar ideas preelaboradas en sus audiencias, sin espacios
para contextualizarlas y menos compararlas o analizarlas, constituye
otro componente que aleja la realidad de una libertad de prensa
objetivamente concebida.
De lo señalado se infiere que el enunciado inicial, se
pierde en una serie de dificultades prácticas, que bajo esta realidad, sitúan a
la libertad de prensa el plano
estrictamente teórico, la única forma de lograr una verdadera libertad de
prensa es democratizar la comunicación,
y ello solo será posible en tanto se amplíe el espacio de participación social,
a toda la comunidad, o por lo menos a la mayoría de esta, a fin de difundir en igualdad de condiciones las
distintas corrientes ideológicas y posiciones culturales, rompiendo el
monopolio de las trasnacionales de la comunicación y generando espacios locales
con acceso a la tecnología y al capital; en este cometido, se requiere la
participación decidida del Estado para dar cabida a los sectores deprimidos de
la sociedad, con un proyecto mucho más amplio y complejo, que comprende incluso
la formación del recurso humano en el
seno mismo de cada una de sus organizaciones y comunidades, para que sean legítimos
portavoces de la cultura, necesidad,
perspectivas y anhelos de sus pueblos y organizaciones.
En este proceso de capacitación popular merece reconocimiento especial el titánico trabajo
de Radialistas, Corape, Radio del Sur, aler, entre otras organizaciones.
Fredy Torres Acaro.
Mayo 3 del 2012.
[1] Comunicador,
Lingüista y Semiólogo español, radicado en Francia, Director de El
Diplomatique, de Paris.
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