Obtener un título
profesional - Un compromiso ético
Obtener un
título académico que otorga licencia para actuar con experticia en determinado
campo profesional es, sin duda alguna, un gran logro, cumplir un sueño,
culminar un importante trayecto del camino en la construcción personal,
aceptable argumento para auto congratularse por el denodado esfuerzo, noches
sin dormir, fines de semana encerrado estudiando, soportar la desidia y
prepotencia de ciertos educadores, que más que docentes se asemejan a verdugos,
renunciar a espacios de placer y diversión en aras de alcanzar la meta
propuesta. Todo ello es digno de ser reconocido y aplaudido, porque aquello que
más esfuerzo ha requerido, será siempre lo mejor valorado.
Si a lo expuesto
sumamos el esmero, dedicación de padres y demás familiares para apoyar económica,
afectiva, emocional y socialmente al flamante profesional en su ardua
trayectoria y en sus momentos de crisis en sus devaneos respecto a la
posibilidad de alcanzar la meta planteada, es aún más loable y merecido el gozo
por el escaño alcanzado.
Sin embargo, en el
seno de este regocijo bien cabe reflexionar lo que en la práctica implica la
obtención de un titulo profesional, desde un enfoque social, humano,
individual, colectivo y comunitario. El conocimiento es ante todo un
instrumento, una herramienta que puede ser usada por quien lo posee con
distintas finalidades, objetivos y propósitos. Puede usarse de forma generosa, con
enfoque humanista, orientada hacia la defensa de la vida en condiciones de dignidad, de respeto a los
valores fundamentales de la persona, haciendo prevalecer la justicia, la
equidad, pero especialmente la ética, la honestidad, pero no aquella ética maniquea,
acomodaticia a los intereses del poder, aquella que coloca los beneficios de
las empresas por encima de los derechos de las personas a ser correctamente
informados y adecuadamente tratados con productos que curen sus dolencias sin
afectar mayormente su salud integral. O aquella en la que siempre tiene la
razón el patrón, sin importar las argucias que para ello se utilice. Posicionarse
en uno u otro lado de la ética profesional, pero sobre todo humana y
comunitaria hace la diferencia, entre un profesional comprometido con el
servicio a los más necesitados, a aquellos que el sistema corrupto, injusto e
inequitativo que predomina, ha despojado de sus más elementales derechos. Privilegiar
la atención a estos sectores sociales, pero no como un favor, o caridad, sino
esencialmente como respuesta a un compromiso ético fundamental de defensa a los
más vulnerables, debería ser el reto más alto y loable de todo buen
profesional.
No importa cuál
sea tu profesión, a medida que más conoces y mejores espacios de poder
alcances, mayor será tu responsabilidad y de mayor envergadura las decisiones
que has de tomar y muchas de ellas directa o indirectamente afectaran positiva
o negativamente a uno u otro grupo social, que esas decisiones se ajusten a los
principios éticos de justicia social será la expresión concreta de vuestra
práctica profesional, porque mientras los ideales de justicia, de equidad y
servicio a los más necesitados sean solo principios declarativos, son perladas
expresiones, para mentir, engañar, explotar y dominar.
En síntesis,
todo conocimiento, todo titulo profesional conlleva un profundo compromiso
ético que exige esfuerzo y hasta sacrificio por hacer prevalecer, lo justo, lo
auténtico, la equidad y la honestidad, en cada uno de nuestros actos como
profesionales. Que vuestra práctica profesional sea efectivamente el impulso
permanente para favorecer un proceso de cambio real, hacía un mundo para todos,
especialmente para quienes han llevado siempre la peor parte es el cenit del
desempeño profesional, pero también el reto más difícil de cumplir, porque el
sistema está construido precisamente en la orientación opuesta. Sin embargo,
vale recordar que la ciencia sin conciencia es muy peligrosa. Ya la historia lo
ha demostrado.
La otra opción
es simple y mayoritaria, asumida sin complicaciones por la gran mayoría,
sumarse al sistema, acomodarse a las situaciones, servir a quien me beneficia
individualmente, soslayar disimuladamente todo cuestionamiento ético, construir
círculos sociales concéntricos, que me diferencian, me distancian o me acercan
según mi conveniencia, total, así se vive sin complicarme, y cuando puedo hacer un
favor lo hago, porque así lo manda Dios, o por bondad no porque una conciencia
ética humanista colectiva así lo exige.
El primer camino
es difícil, no es coherente con el concepto de éxito que prevalece en nuestra sociedad,
no provee halagos ni fortuna económica y tal vez resulte muy agobiante en
determinadas circunstancias, pero ofrece la satisfacción profunda de hacer lo
correcto. La segunda opción es sencilla, por común, por cotidiana, por ser de,
para y por el sistema, sobran justificaciones, argucias y falacias que lo
justifican todo, que transforman la crueldad en bondad, que eximen de
responsabilidad a los verdaderos actores, para hacerla descansar en la voluntad
divina, en el destino o en una simple incompetencia individual. En fin, los
astutos letrados que justifiquen y legitimen esta forma de proceder son muchos
y muy competentes, dado que es el discurso oficial que se maneja desde el poder
generación tras generación. Es el pensamiento único que se difunde a través de
los grandes medios y sus acólitos, por el cine, el sistema educativo y otras
múltiples formas de expresión superestructural del sistema socioeconómico
vigente. La decisión es vuestra, porque vuestras serán las satisfacciones y también
las decepciones. FELICIDADES.
Fredy Torres A.
Septiembre 23 del 2021.
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