SOCIEDAD DE OROPEL

SOCIEDAD DE OROPEL



Dos de enero, ¡qué bueno!

Sí, amigas y amigos, es dos de enero, se reanuda la jornada laboral, otra vez la rutina, a romperse el lomo para pagar las flamantes deudas, y a preparar el estirón para las próximas fiestas y en especial de aquellas del próximo fin de año, donde será necesario haber subido al menos un escalón social, para que las fotitos, el roce social, el estatus socioeconómico, brille con el oropel de la vajilla, la seda de los arreglos de los espacios, los lazos rojos, amarillos,  verdes, que decoren las mesas, junto a los dorados bombillos y globos, de los bautizos, primeras comuniones, y todo tipo de compromiso, o simple reunión de amigos en la próxima Navidad o fin de año, porque ahí las fotitos salen elegantes y bellas, y pueden mostrar lo que somos, guapos, importantes, muy bien emparentados y conectados.  Oropel, oropel, oropel, ….. brillo falso, éxito fingido, hipocresía que a muchos hace sentir felices, banalidad, bronce pintado de oro, que se desvanece a la primera fricción, eso es lo que lamentablemente expresan las redes sociales, esa moderna vitrina de la superficialidad social, que exhibe una inteligencia “light” (bajo en pensamiento crítico y originalidad) saludable para una sociedad de consumo, fiable y conductible; donde espíritus huecos, se apresuran, a dejar sentadas las evidencias de aquello que se ha dado en denominar estilo de vida exitoso, que mientras más , mayor parece ser.




Qué bueno que bajen las aguas de la fantasía y la opulencia, que se supere el clímax de la falsedad e hipocresía, que, se evite los saludos por compromiso, y la amistad de ocasión, que al final del camino, solo es parte de una misma cosmovisión social; sí, porque lamentablemente vivimos en la sociedad de las apariencias, donde lo importante es la espuma de la leche, no la leche, lo que mostramos, lo que exhibimos, lo que logramos que los demás crean de nosotros, el fondo, el contenido, el sustrato, hace rato que se quedó abajo, sentado al fondo del barril, esa es en gran medida, la radiografía de nuestra sociedad contemporánea, donde en desesperada carrera nos lanzamos diariamente a la conquista de un mejor estatus social, confeccionando la careta que más se adapta a la necesidad de reconocimiento social, aun cuando ello implique frustraciones, contradicciones, amarguras, vacíos y soledades; sociedad que desde el púlpito predica amor, tolerancia, honestidad, dignidad, mientras aúpa, por necesidad de estatus, rivalidad, odio, exclusión, y competencia feroz, por quien llega primero; ¿A dónde? A ninguna parte, porque la carrera es infinita, siempre brillar más que el de al lado, es la meta, ¿Cómo? No importa, la vida es dura hay que luchar y a veces hacer cosas que no son muy agradables, acaso no es ese el mensaje del cine norteamericano y sus invencibles héroes, que diariamente nos entretiene y emociona, de los realites y comentarios de la televisión nacional, de las pequeñas cajas de resonancia locales, de los “exitosos” lideres económicos y sociales a quienes se procura imitar y honrar.


Sociedad convencida del valor del oropel, que hipócrita se rasga las vestiduras ante la aterradora violencia social que destruye familias, que destroza los estratos humanos más vulnerables e inocentes, sin embargo, se limita a reducir el problema a individuos perturbados, violentos, agresivos, psicópatas o cualquier otra adjetivación, que satisfaga una explicación simplista individualista, que evada la raíz de la descomposición social; incapaz de admitir, que sus más anhelados estilos y estándares de vida incuban tan perturbadores productos sociales; que sus exitosos modelos de desarrollo humano, a quienes se rinde culto diario, se levanta sobre tierra quemada, sepultando valores imprescindibles para la convivencia social, exacerbando el egoísmo, la competencia, y el individualismo, como las estrategias infalibles del éxito económico y social,  sociedad que se encarama a la rama, para luego cortarla y culpar al machete.


Considero necesario dejar de exhibir la inteligencia ligth, y enfermarnos de pensamiento crítico, originalidad y una dosis diaria de verdad, aunque nos resulte amarga e incómoda, nuestros hijos merecen mejor ejemplo, que el brillo banal de cada Navidad y fin de año, que por cierto en el aspecto cristiano se limita a la misa del gallo, que ahora canta a cualquier hora, según convenga; ¿…….? Y cuya asistencia de muchas formas es también parte del mismo show, solo apariencia, mírenme, soy bueno/a voy a misita, pero ni les interesa o importa lo que dice el hombre del pulpito, porque se lo saben de memoria o porque simplemente no coincide con sus intereses, y llegado el momento hay que tomar ciertas licencias, para acomodar la palabra de Dios a las necesidades de las circunstancias.
Ojalá y al comenzar este nuevo año este entre los propósitos de algunos, repensar su vida, como seres humanos críticos e inteligentes, dejar de ser seguidores incondicionales de la corriente dominante, que claro está,  es cómoda y hasta agradable; a los muertos se los llora, a los pobres se les da caridad, a los rebeldes se los llama desadaptados y se los castiga, para que vean el mundo con nuestros mismos fondos de botella y si persisten se los aparta del camino, daños colaterales, se informa y listo el mundo sigue.


Es difícil, pero tengo esperanzas, ojalá alguien se tome la molestia de repensar su forma de vida y replantear sus prioridades.

Fredy Torres Acaro.

Enero 2 del 2018.

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