Los nadie entre los nadies.
Crónica de los más nadies
Playa Girón Oswaldo Guayasamín. La edad de la Ira 1990.
Sí, pero ahora este jardín está muriendo, su espléndida belleza se apaga,
como se apaga la hoguera cuando los caminantes se alejan, y es que la jardinera
se tuvo que ir, quedita, silenciosa, con los pasos pesados de sus años ya
crecidos, como una caracola llevando a cuestas sus penas, sus dolores y sus
recuerdos de años mejores, de sueños rotos, y proyectos frustrados. No, no se
fue, la obligaron a irse, a dejar su nido, olvidar su jardín donde sus manos
añosas y arrugadas construyeron con tesón una explosión de color, de olor, de
ternura y matices.
Debió irse, dejarlo todo porque simplemente no tenía dinero para
intercambiar por unos metros cuadrados de tierra para vivir, tierra que
cultivó, cuidó, amó limpió y abrazó como si fuera suya, pero no, no lo era y
por eso la obligaron a irse.
Dejó ahí su vida, sus años mozos, retazos de su historia, pedazos de sus
sueños enterrados en las entrañas de la tierra en la que se enraizó como el
viejo matapalo. No, eso no importó, la vida cuenta solo en tanto y en cuanto
tengas conque pagarla. Esta tierra hermosa, que es de todos, dice, madre
cariñosa que acoge a todos con igual pasión. No, no es cierto, el hombre ha
hecho de la tierra, de la vida y su entorno una mercancía con valor de cambio,
y de esta tierra que es de todos, muchos no tenemos ni siquiera un puñado,
porque otros pocos, la tienen toda y son suyos los cerros, las montañas, los
valles, los ríos, las laderas, las ciudades, las calles y las plazas, o al
menos de eso están convencidos.
Aun cuando muchos sean solo pequeños propietarios, don nadies, junto a
otros que si son alguien por su valor de cambio; se tornan frente a otros que
son aún menos nadie devoradores de sus carnes esquilmadas y de sus vidas
remendadas con retazos de batallas perdidas. Son verdugos feroces que defienden
a dentellada limpia la mansión monstruosa de sus propios verdugos, a quienes
admiran y en el aquelarre noctambulo en que subsisten acicateados por la
avaricia, en pulsiones urgentes por igualarse a sus torturadores desgarran sin
piedad los sueños y la vida de los menos nadie.
Imagen tomada de Artstatión
Es la historia de Rosita, pero da igual, podría ser de María, Juana, Manuela,
Jesús, Carmen, etc. A la final son las
mismas y los mismos, los mismos rostros, los mismos sueños, los mismos desaliñados cabellos, la misma angustia,
similares recuerdos, iguales frustraciones, desheredados, desalojados,
expulsados, desempleados, traicionados, estigmatizados, juzgados, acusados,
despojados de todo; hasta de su dignidad, de su honra y de las pocas luces que
suelen iluminar la vida de los grupos sociales más vulnerables; los nombres
cambian, las historias no. Pero están ahí, se arrastran por la vida, queditos,
silenciosos, son invisibles aun cuando están ante nuestros ojos. Su vida, su
dolor, su carencia, su ausencia, no se percibe aun cuando en una mañana
luminosa los saludes como un acto de buena vecindad.
Ellos, los nadie entre los nadies, que casi nadie nota cuando vienen al
mundo y que transcurren su vida bajo un manto opaco de hipocresía social, que
finge no verlos no conocerlos y con quienes no conviene construir amistad, se
van igual de silencios, cubiertos por la neblina de la ausencia de recursos
económicos para intercambiar por un poco de reconocimiento, por algo de ternura
que les valga un nombre, aunque sea en el grupo de los vecinos, de los nadie.
Ellos, aquellas que no son percibidos por su entorno como vecinos de sus
estrechos círculos de nadies, porque perjudican su petulante visión de éxito,
bondad y caridad, ocultan bajo la alfombra de la indiferencia a estos seres
humanos que no pueden aportar a su tambaleante estatus social de don nadies que
se adhieren con angustia a las reatas que sus amos les lanzan, llámense
religión, posición social, cultura, ……. Pero eso sí, aún sin verlos ni
sentirlos como humanos y vecinos, son pasto de la religión, las normas
sociales, los noticieros de televisión, el futbol, el trago barato y por
supuesto del proselitismo político, entonces los notan, entonces son ciudadanos
para que vayan a las urnas a apoyar a sus peores verdugos, que les han hecho
creer que son sus salvadores, para que consuman su religión, su fe, sus
noticieros, su alcohol empobrecido, para pobres muy pobres, sus drogas
modificadas para abaratarlas aunque sean mucho más mortales o dañinas, sus ideas preñadas de inequidad, odio,
discriminación, racismo, aporofobia, en apoteosis del sistema responsable de
estos subsuelos sociales.
Hoy, se fue en mi vecindario un nadie de entre los nadies, tal vez todos
los vecinos lo supieron, pero todos fingieron no saber, nadie lloró, no hubo crespones,
ni cánticos de Juan XXII, todos dieron la espalda y continuaron en sus
importantísimos quehaceres cotidianos, no escuché las oraciones tan frecuentes
cuando el muertito es un nadie de importancia, ni siquiera en los corrillos su
muerte se comentó. Mañana estará sepultado en algún rincón de su tierra natal,
donde poco a poco será devorado por la tierra como continuidad perenne de la
madre naturaleza y una gruesa capa de olvido cubrirá su historia como la de
tantos otros. Su tierna hija huérfana y su joven viuda continuaran en la
batalla de la supervivencia hasta que sus vidas se marchiten y se apaguen,
queditas, silenciosas, imperceptibles como las de sus ancestros.
Esta es la historia de un vecindario cualquiera, en esta pequeña ciudad de Dios, de buenos cristianos, de personas cultas, convencidos demócratas. Hombres y mujeres de buenas costumbres, solidarios, pacíficos y fervientes seguidores de la fé católica, de calles cubiertas de carros de alta gama, que los parquean en cualquier bocacalles, o sobre la acera, a la entrada de una vivienda humilde, donde la ley y orden prevalecen en estricto rigor a la capacidad de pago de quien las demanda, donde los conceptos de justicia, interés social y bien común, no tienen nada de común excepto si se los compara con lo social y lo común de los grupos directamente beneficiados con tales reglas y acciones.
Una ciudad, pequeña, pero igual que otras, diseñada a escala donde los
derechos humanos como ideal pertenecen a todos los humanos, pero en la práctica
son solo de ciertos humanos, dónde la vida con dignidad es tan relativa, como
lo bueno y lo malo depende del cristal con que se mire y del ojo que juzgue.
Un vecindario regazo de solidaridad, justicia y equidad, de mañanas
frías, tardes soleadas, se escucha la misita a todo volumen en la madrugada, en
la mañana, al medio día y en la tarde, se sazona con los noticieros de Ecuarisa,
y Teleamazonas, y de postre los noticieros locales, que como acto cívico de
bien colectivo se los sintoniza a alto volumen para que todos los vecinos se
nutran de tan importantes informaciones y sabias opiniones desde luego, por el
bien común. No faltaba más.
Que igualito, que igualitos son los vecindarios de estas y las otras
ciudades.
Julio 4 del 2022.
Fredy Torres Acaro.
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