Los usos del odio como estrategia política
El sociólogo argentino Daniel Feierstein, publicó en el 2019
su libro
La construcción del enano fascista: los usos del odio como
estrategia política en Argentina en esta obra destaca un análisis de las
prácticas sociales de las nuevas derechas en el mundo basándose en la realidad
Argentina, que se puede aplicar, respetando las necesarias especificidades, a
los demás países latinoamericanos.
En la introducción de su libro destaca elementos que cabe
discutirlos por la enorme proximidad que tienen con la realidad que estamos
viviendo como país, una exacerbación de los conceptos y procedimientos
fascistas orientados a instaurar el odio entre grupos sociales marginados, pobres
y vulnerables, invisibilizando a los verdaderos causantes de la crisis
económica, social y ética que vivimos.
El autor empieza por caracterizar al fascismo en tanto
práctica social, señalando que su objetivo es producir y habilitar formas de
violencia específicas que logran redirigir nuestras frustraciones hacia
determinadas fracciones sociales —inmigrantes de países limítrofes o de países
africanos, jóvenes de los barrios populares, miembros de agrupaciones políticas
contestatarias, sindicalistas, piqueteros, árabes, judíos, gitanos— que son
construidos como los “responsables” de lo que nos pasa, generando su persecución,
hostigamiento, maltrato, discriminación, todo ello ejercido de forma directa o
a través de las fuerzas de seguridad, y/o descargando sobre ellos el odio que
proviene, por lo general, de las consecuencias que produce en nuestras vidas un
sistema opresor cuyos verdaderos responsables resultan cada vez más invisibles
e inasibles (Feierstein, 2019).
Más adelante el autor expresa que nuestras prácticas son
producto de procesos sociohistóricos que tienden a habilitar, facilitar o
bloquear distintos modos de relación social, además, la crueldad, el sadismo,
el odio, no constituyen solo conductas observables en otros, sino que se
encuentran, como potencialidad, como latencia, en cada ser humano y en cada
relación social. Que es una posibilidad innegable en cada uno de nosotros.
Las nuevas derechas se han propuesto incentivar nuestros
odios, transformar nuestras frustraciones en agresión frente al familiar,
frente al par, frente al vecino. Nos propone desatar la violencia contenida
contra el inmigrante, el desocupado, el piquetero, el negro, el vendedor
ambulante, el ratero, el manifestante urbano, la abortera, el árabe, el gitano
o el judío. Insultarlos, molerlos a palos, atacarlos en banda, lincharlos,
atropellarlos, acuchillarlos. Exactamente de eso se trata el fascismo en tanto
práctica social.
Hoy quieren llevarnos a una violencia social colectivizada,
como parte de una estrategia de opresión. Tarea en la que la gran prensa contribuye
llamando a la población a indignarse, a ejercer una violencia en banda,
cobarde, la de los muchos moliendo a patadas a una persona en el suelo, la de
quienes se envalentonan quemando a quienes se ven obligados a dormir en la
calle, la de quienes atacan a golpes a alguien porque es negro, porque parece
boliviano o paraguayo porque usa una kipá, intentando al mismo tiempo
convencernos de que una vida vale mucho menos que un celular o una bicicleta,
que el “cumplimiento de la ley” (aunque sea la ley de circular sin inconvenientes
de casa al trabajo) justifica la más dura represión, el encarcelamiento e
incluso el asesinato de aquellos que osen ocupar el espacio público con la
protesta. Quieren que seamos nosotros quienes salgamos a insultar, a golpear, a
agredir, a escupir. Incluso a matar. Nos incitan a ello desde los medios de
comunicación e incluso desde algunos cargos públicos. Nos reiteran una y otra
vez que hemos sido muy dóciles. Pero parece que insubordinarnos y dejar de ser
dóciles no sería enfrentarnos al poder concentrado, a la injusticia sino, como
buenos cobardes, desquitarnos con aquellos que sufren más que nosotros, con los
que reclaman dignidad cortando una calle o una ruta, organizando una huelga o
reclamando por sus derechos. Buscan obligarnos a encontrar un enemigo sobre el
cual descargar la violencia contenida como consecuencia de un nuevo orden que
nos expulsa de la posibilidad de ganarnos el sustento con nuestro trabajo, de
acceder a un sistema de salud, de contar con una educación pública de calidad o
con una vivienda propia. Parece que no merecemos nada de esto y que la culpa es
del que tiene menos que nosotros, de las mujeres embarazadas de los barrios
populares, de los miserables que con la misérrima ayuda que reciben del Estado
se estarían robando nuestro bienestar.
El discurso sobre la inseguridad, de la estigmatización del
piquetero, del huelguista o simplemente de los más pobres, y de la mano de un
nuevo periodismo soez y descalificatorio y una nueva política que han hecho del
insulto, la burla, la chicana, la denigración y las operaciones de Inteligencia
o los “carpetazos” sus herramientas más efectivas. La preocupación es que hay
quienes comienzan a pensar seriamente en desplegar la posibilidad de una salida
fascista contra las consecuencias de una profunda crisis económica,
sociopolítica e incluso generacional que pone en jaque las funciones masculinas
y femeninas, paternas y maternas, y que solo una detección temprana, la
comprensión de sus lógicas (viejas y nuevas) y la creación de un frente
antifascista sólido y plural para contenerla podrá conjurar dicho peligro (Feierstein, 2019).
Espero que esta lectura les motive a la reflexión sobre la
realidad que vivimos como país y América Latina en estos tiempos oscuros en que
se presenta como alternativa social única el capitalismo libertario de
ultraderecha.
Fredy Torres A.
Enero 24 del 2024.
Bibliografía.
Feierstein, D. (2019). La
construcción del enano fascista: Los usos del odio como estrategia política en
Argentina (1a). Capital Intelectual.
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