ES MI VIDA, ¡SOY LIBRE DE VIVIRLA COMO QUIERO!


ES MI VIDA, ¡SOY LIBRE DE VIVIRLA COMO QUIERO!
¿Es verdad?

Es una frase escuchada con frecuencia, acompañada de  profundos razonamientos como cada uno vive su vida como puede, todos tenemos derecho a vivir nuestra vida, como mejor podamos y por ello no somos culpables de lo que a los demás les suceda. Cada quien es el responsable absoluto de su vida, si hace bien las cosas seguramente le irá bien, si es vago o cojudo pues tendrá como recompensa el fracaso, como mucha gente, que si vive mal es por su ignorancia, por sus creencias o porque carecen de fuerzas para luchar y ganar. ¿Será verdad? ¿Se puede dudar de estas verdades absolutas?
Atrévete a profundizar un poquito en estas afirmaciones, en las siguientes líneas.
Que fácil resulta seguir la corriente, que fácil ser como todos los demás, fijar en el horizonte próximo y lejano, los mismos sueños, que consideramos son los de todos.
Adquirir bienes materiales, y con ellos capacidad de consumir todo cuanto nos imaginamos y lo que aún ni siquiera somos capaces de imaginar y menos saber que existe, las comidas más caras, los autos más lujosos la atención  supra selecta, los caprichos y fantasías más  exóticas  que aún ni siquiera podemos imaginar o soñar.
Y junto a esta  prodiga capacidad de consumo estará añadido por supuesto, el poder ya sea ejercido personalmente,   o, a través,  de alguien a quien podamos comprar, manipular o simplemente  mandar, y regodearnos entonces con la exquisita sensación de ser  extremadamente poderosos, dueños del mundo  o al menos de una gran porción de él.
Siempre estamos pensando en actitud competitiva, ser más, ser mejores, decimos por nosotros, por nuestros hijos, en fin justificaciones nos sobran, y estamos pensando en ser mejor que mi amigo, que mi compañero, que mi hermano, hermana, etc.  Teniendo siempre como sinónimo de mejor inequívocamente, la capacidad de consumir, de acumular y de poder indiscutiblemente.
En ese contexto debo de vestir siempre la ropa de mejor marca, aunque no siempre corresponda a mi estilo y necesidades, dar a mis hijos los mejores juguetes, sin importar el efecto que  puedan tener, llevar a mis niños a la escuela más cara y “distinguida”, sin considerar si es o no la más adecuada en cuanto a metodología  educativa, tener el mejor carro, aspirando a dar de mi una imagen de poder dibujada a través de la capacidad de consumo; entonces los demás dirán, ¡caramba esa persona está muy bien!, ¡tiene éxito en la vida!, ¡supo hacer las cosas!, ¡ahí lo ven! ¡ahora tiene la recompensa de su esfuerzo y sacrificio!. ¡Dios lo ayudo!.
Os aseguro que esta reflexión no es producto de la pasión por escribir, ni tampoco del afán de amargaros su esplendida vida, con  inicuos pensamientos  propios de perdedores y rezagados como  seguramente muchos lo afirmaran. 
Es solo la visión descarnada de la miopía  que el sistema imperante ha  impuesto a las grandes masas a través de sus poderosos difusores de  ideologías, de esas fábricas de mentiras  y realidades ficticias  que son los medios de comunicación, que   mediante burdas representaciones simbólicas de la realidad ha generado estereotipos de éxito y triunfo individual en extremo egoístas y desligados de la realidad social, cuyo resultado final es la construcción de una sociedad piramidal cruel e inclemente en la que en un supremo afán por ser el mejor  debo ascender, sin importar los medios, lo importante es llegar, nadie pregunta cómo, y cualquier incomodidad que surja en la respuesta se la ahoga con el privilegio del consumo y el poder.
Lo que no queremos observar de esta forma de vida es que somos parte,  a veces  sin siquiera percatarnos, de un sistema que oprime y despoja a los más, para concentrar en los menos. Si el objetivo es subir  a como dé lugar, lo más común es que para subir antes que el otro debo obstaculizar e impedir el ascenso de los demás, por que lógicamente en la cumbre no caben todos, solo muy pocos, entonces , nuestra acción cotidiana es un canibalismo, agresivo en el que siempre el fracaso  y desgracia de otro será nuestro éxito, otros que por desgracia siempre se multiplicarán, porque cada vez necesitamos más éxitos, más recursos, más poder, somos parte de una vorágine imposible de detener, ajena a nuestra propia voluntad, porque si nos detenemos, seremos entonces los fracasados, los restos sobre los que otros suben para ser mejores y más poderosos.
En este agitado mar por ser siempre los mejores y tener siempre más, nunca tenemos espacio para vivir, para compartir, para sentir, para  valorar las virtudes auténticas de las personas que nos rodean, desconocemos la  solidaridad como práctica cotidiana, porque nuestra acción y pensamiento son estructuralmente contrapuestos a ella, siempre vemos las desgracias como castigo, descuido, o producto  de la mala administración que otros hacen, nos conmueven los niños con hambre de Somalia, nos impacta y aterra  la violencia en las calles, la delincuencia, el asesinato, la violación y el secuestro de que están saturados los noticieros y  el día a día de las grandes ciudades, pero nunca se nos ocurre verlos y entenderlos como un producto directo de ese  sueño  por cuya realización luchamos diariamente, nunca asumimos nuestro papel de  actores o cómplices, y en muchas ocasiones muy activos,  de esta lacerante realidad. Nos duele como a los que más  y no puede ser de otra manera ser víctimas de esa violencia  desatada y clamamos por justicia, y muchas veces por venganza, pero seguimos  impulsando y fortaleciendo una espiral de violencia, despojo y discriminación a todo lo diferente, que no se adapta a nuestra restringida visión mono cultural.
Siempre nos quedamos  en la realidad evidente, nunca  orientamos nuestros esfuerzos hacia  un análisis serio  sobre antecedentes y consecuentes, sobre causas y efectos, que explique  la debacle de la sociedad de la que somos parte. ¿Será quizá, porque nos hemos acostumbrado a que otro nos dé pensando, diciendo y haciendo? ¿Por qué nunca tenemos tiempo para pensar en esas cosas? ¿Sera por que asumimos como verdades acabadas todo lo que oímos, leemos o escuchamos? ¿Será quizá, porque nunca se nos ocurrió reflexionar en el porqué hacemos lo que hacemos y a donde queremos llegar?
Sucede amigas y amigos, que,   tanto nos han enseñado  a ser individualistas, que siempre aceptamos como verdad  irrefutable  el que cada quien vive como puede, piensa como quiere y actúa como crea conveniente, no nos hemos percatado que somos producto de una cosmovisión forjada  desde la óptica del capital, cuya ley  básica es la acumulación infinita, maquillada a veces con leves variantes que inexorablemente se encuentran en el mismo punto.
Sistema criminal y caníbal que  ha desarrollado múltiples paliativos para consuelo  de los que quedan en el camino de la vorágine depredadora, la religión, la terapia de grupo, curas para el estrés, la medicina tradicional para el alma, las adicciones, los escapes abruptos, que apuran el suicidio y justifican la radicalidad de la violencia del poder para sostener la tiranía del sistema, etc.
Es entonces imprescindible, que  hagamos un esfuerzo por recuperar nuestra  naturaleza humana, informándonos adecuadamente, analizando  críticamente todas aquellas verdades  que se nos presentan como acabadas e inmutables, indagando, por las causas  y consecuencias de  nuestras acciones, identificando relaciones e interacciones, observando quien paga, cuanto paga, y quien cobra, quien pierde y quien gana en las relaciones establecidas. Buscar las causas más allá de la voluntad de la divinidad o de un hombre o grupo de ellos por más poderosos que sean.
Cuando nos muestren  algo muy decorado, delicioso y maquillado preocuparnos más por su interior que por su apariencia, dudar de lo evidente, interrogar por el cómo, el cuándo y el porqué, solo así habremos empezado a caminar senderos diferentes  a la docilidad, adición incondicional  a este sistema perverso, excluyente  y criminal que sin equívocos destruye la vida, la esperanza  y el derecho a soñar.
Atrevámonos a ser diferentes. El camino está lleno de espinas, pero entre las espinas mas  amenazantes están las rosa más hermosas.
La verdadera valentía del ser humano está en ser justo, y equitativo en un mundo  injusto e inequitativo. Existen otros sueños y otros ideales, y por supuesto otros caminos que conducen a la vida, a la dignidad, al amor, a la ternura, a la inclusión y a la solidaridad.
Ven únete, construyamos un mundo para todas y para todos;  con una visión y acción  diferente.


Fredy Torres A.
Agosto 12 del 2011
Piñas – El Oro.

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