TERRORISMO MEDIÁTICO Y LEGÍTIMA DEFENSA COMUNICACIONAL

ENCUENTRO LATINOAMERICANO VS TERRORISMO MEDIÁTICO (1)


En este propósito a partir de hoy  se publicará en este espacio  las ponencias que sobre el papel cumplido por los medios  de comunicación  desde el fin de la segunda Guerra  hasta hoy y específicamente en la actualidad.
Ponencias que corresponden al “Encuentro latinoamericano vs Terrorismo mediático” realizado en Caracas en el 2008. En el que participan  destacados  comunicadores, sociólogos y filósofos latinoamericanos.
Gracias a los compañeros administradores  de la página de la Central de Trabajadores de Argentina,    que han colgado  esta importante información en su página. http://www.cta.org.ar/

Atentamente.
Fredy Torres A.
Agosto  5 del 2011.

TERRORISMO MEDIÁTICO Y LEGÍTIMA DEFENSA COMUNICACIONAL

Andrés Izarra
Quiero comenzar leyendo el extracto de esa carta poco conocida de un insigne periodista y escritor venezolano —autor de El Tirano Aguirre, príncipe de la Libertad; de Oficina N°1— y fundador de un periódico que “fue” El Nacional, que fue un buen periódico, quiero decir. Voy a comenzar leyendo este extracto. La carta de renuncia de Miguel Otero Silva a la SIP, en el año 1948 dice:
Los estatutos de la SIP fueron transformados de forma arbitraria, violando para ello sus normas fundamentales y dándole el carácter que ahora tiene: una entidad exclusivamente patronal, de intercambio comercial, estrictamente controlada por los vendedores de papel, las agencias noticiosas y los buscadores de avisos que residen en Estados Unidos. Nada más inoportuno, en este ambiente, que un periodista.[1]
Quisiera hacer algunas reflexiones en relación a lo que entonces era una actividad signada por el lucro, no es que haya dejado de serla, sino que en estos últimos años ha tenido una nueva connotación, y se ha comenzado a dibujar el fenómeno del “terrorismo mediático”, en la medida en que el imperialismo y el neoliberalismo globalizado buscan imponer sus espacios de poder y acumular regiones, recursos y poder a lo largo de todo el mundo.
Si hacemos un recuento, los medios de comunicación son hijos del propio proceso democrático, son hijos del avance de la cultura y de la tecnología, son producto de los últimos doscientos años, pero sobre todo son resultado del siglo XX; los medios de comunicación de masa. La democracia que conocemos, hoy en día, tiene poco que ver con la democracia griega o con la “democracia parlamentaria” de la Inglaterra victoriana. El respeto formal por la opinión de las mayorías, la llamada “opinión pública”, nace con la Revolución Francesa. Y la elección universal de los gobernantes, que es más reciente, aparece con los partidos políticos de masa y con la prensa de gran tiraje. Entonces fue cuando se acuñó el término “cuarto poder” para referirse a la influencia de la prensa en la política. Y esa influencia no ha hecho sino aumentar a medida que hemos avanzado cultural y tecnológicamente en la humanidad.
Este desarrollo cultural y tecnológico tuvo un auge importante con los ferrocarriles, el telégrafo, la alfabetización pública, la electrificación —que permitió la radiodifusión—, el teléfono, la televisión y final-mente la internet. Todo esto aumentó el poder de los medios y de este “cuarto poder” que, curiosamente, a diferencia de los otros tres poderes clásicos, formal-mente establecidos, es un poder que nadie elige y, sin embargo, modela la opinión pública, la opinión de las mayorías. Es una máquina productora y reproductora del pensamiento y factor determinante en las preferencias políticas de las mayorías, incluso, en contra de los intereses de esa propia mayoría.
Este control progresivo del pensamiento de la gen-te, aun cuando la realidad demostrara lo contrario de lo que se pensaba, no podía ser perfecto, y los revolucionarios terminaron por comprenderlo y expresar-lo, así como lo hizo Marx, en La ideología alemana, en 1846 dijo:
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época; o dicho en otros términos: la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.
Los gobernantes totalitarios fueron los primeros en comprender y utilizar el inmenso poder de los me-dios, desde que Napoleón confesara querer “controlar los sueños del pueblo” hasta las dictaduras del siglo XX que lo intentaron mediante la propaganda y el capitalismo neoliberal, que efectivamente transforma o consigue una evolución de esa propaganda en lo que conocemos hoy en día como “terrorismo mediático”.
A lo largo de este camino, que nos lleva a lo que es la mentira globalizada de hoy, los Estados han intentado poner frenos distintos al poder de los medios. Algunos, para limitarlos; otros, para acotarlos; otros, para proteger a los ciudadanos y a las instituciones de la difamación, las incitaciones al odio, el racismo, la guerra. Pero los legisladores nunca han podido prever que un servicio público, como los medios de información, se convirtiera en un poder político de facto, capaz de influenciar en la opinión, pervertir el conocimiento y la escogencia de los electores sobre las políticas públicas y sobre los candidatos o programas que compiten en procesos electorales. Un poder mediático capaz de lanzar pueblos a la guerra y despertar los instintos más bajos del ser humano. Tampoco han podido, los legisladores, prever, contener hoy en día a las transnacionales de la información, al poder financiero mundial de los grupos editoriales, al gigantesco poder editorial de los grupos financieros y de la televisión.
Los primeros en sonar la alarma fueron los países recién descolonizados del Tercer Mundo, cuando en-tendieron que los grandes medios dominaban y deformaban la realidad cultural de esos países y afectaban su desarrollo. Un solo mundo, voces múltiples, también conocido como El Informe MacBride, es un documento de la Unesco publicado en 1980, redactado por una comisión presidida por el irlandés Seán MacBride, ganador del premio Nobel de la Paz. Su objetivo era analizar los problemas de la comunicación en el mundo y las sociedades modernas, particularmente con relación a la comunicación de masas y a la prensa inter-nacional, y abogar por la construcción de “un nuevo orden comunicacional” para resolver estos problemas, promover la paz y el desarrollo humano.
Entre los problemas identificados en el documento, estaban “la alta concentración de medios, la comercialización de la información y el acceso asimétrico a la información y a la comunicación”, como también nos lo recordaba nuestro Miguel Otero Silva. También fue constatado el gran desbalance de los flujos de información entre el primer mundo y los países en desarrollo. El informe propuso, entre otras cosas, la democratización de la comunicación y el fortalecimiento de los medios nacionales para evitar la dependencia de las transnacionales de la información.
A pesar de haber recibido fuerte apoyo internacional, el informe fue rechazado por los EEUU y el Reino Unido, como un ataque a la libertad de prensa y a la doctrina del libre flujo de informaciones. Como pro-testa, ambos países se retiraron de la Unesco en 1984 y 1985, respectivamente; y no volvieron, sino cuando consideraron que la tormenta había pasado. Inglaterra volvió en 1997 y Estados Unidos en 2003.
Pero la tormenta apenas empezaba. Las transnacionales de la información abandonaron todo recato para dedicarse mundialmente a la propaganda de guerra durante la invasión de Iraq y Afganistán, obedientes a la doctrina de “guerra al terrorismo” del presidente Bush y sus aliados. Recordemos, entonces, lo que fue la cobertura de la invasión por parte de CNN y Fox News a esos eventos, que tienen ciertos ecos hoy en nuestra actualidad latinoamericana. En el ámbito regional, esa “lucha contra el terrorismo” adoptó la doctrina de “lucha contra el narcotráfico” y, última-mente, la “doctrina de la seguridad democrática”, que se quiere imponer desde las oligarquías más rancias de este continente al resto de sus vecinos.
En la segunda mitad del siglo XX, durante la Guerra Fría, la prensa escrita regional fue utilizada descaradamente por la CIA para manipular la opinión pública y justificar el derrocamiento de gobiernos democráticos; ahí tenemos los casos de Argentina, Guatemala, Uruguay, Brasil, Ecuador, Chile, República Dominicana, Grenada, Panamá, de Nicaragua. Todos sabemos el rol que cumplió la prensa, sobre todo la prensa comercial, en el derrocamiento de esos gobiernos.
En el siglo XX, a la prensa escrita se sumaron la radio, la televisión, la internet, para formar un bloque comunicacional utilizado como arma de operaciones psicológicas de los Estados Unidos y de la derecha europea, en su campaña mundial para imponer la doctrina neoliberal con sus paquetes económicos, privatizaciones y saqueo de países enteros.
El poder de los medios es hoy tan grande, que ya no son utilizadas como complemento preparatorio del golpe de Estado militar clásico, sino que se sienten capaces de dar un “golpe mediático”, tal cual lo vivimos aquí en Venezuela en abril de 2002. Tan virtual fue ese golpe que duró apenas setenta y dos horas, el tiempo que le tomó al pueblo y a los militares bolivarianos recuperarse de la sorpresa, reaccionar y rescatar al presidente Chávez y al orden constitucional de este país.
Pero del golpe de Estado pasamos al “estado de gol-pe” permanente, y lo mismo parece estar ocurriendo en América Latina, sobre todo, en aquellos países que han decidido escoger por un rumbo propio, por un destino soberano, por un control soberano de sus recursos. Las transnacionales de la información, sin embargo, siguen dictando la línea editorial de los medios privados, desde los grandes centros hegemónicos, y son reproducidos a lo largo y ancho de toda la red en-tramada de medios privados, controlados desde estos centros hegemónicos, imponiendo así matrices falsas de opinión sobre acontecimientos reales o acontecimientos falsos, inventados para servir de detonante a nuevas matrices de opinión.
Eso en un movimiento perpetuo, que parece nunca acabar. Si no lo sabremos nosotros que, luego de ese golpe de Estado, vivimos sesenta y cuatro días de terrorismo mediático, como nunca se ha vivido jamás en la historia de la humanidad, durante el sabotaje petrolero. Yo les recuerdo, porque a veces se nos olvi-dan las cosas, que durante esos sesenta y cuatro días ni siquiera anuncios comerciales tuvieron esas televisoras privadas y sus acólitos, que dentro de pocos días se van a estar reuniendo a una cuadra de aquí a clamar que en este país no hay libertad de expresión. Sesenta y cuatro días sometieron a este pueblo, que estaba resistiendo a un cerco, sin combustible —lo estaban ahogando—, sin alimento, sin medicamento, además bombardeado desde las pantallas comerciales de televisión, permanentemente, en una operación que no puede ser calificada sino de “terrorismo mediático”.
A eso le siguieron muchas otras matrices, que estamos viviendo hoy. Vamos a refrescar algunas cosas que desde la “gusanera de Miami” se siguen inventando en contra de Venezuela, en contra de Cuba, en contra de los países soberanos de este hemisferio. Cuando Venezuela intentaba, por ejemplo, restablecer su par-que de fusiles, los titulares en el Miami Herald expresaban: “Venezuela, la amenaza bélica para sus vecinos”, y cómo a partir de allí intentaban nuevamente fabricar una matriz de opinión para lograr adeptos, en la opinión pública, que justificaran una intervención en contra de Venezuela. La doctrina del intervencionismo imperialista tiene hoy como punta de lanza para sus operaciones el “terrorismo mediático”.
Más recientemente, podemos recordar lo que fue la foto del ministro Gustavo Larrea. Hace tan sólo unas semanas, en el diario El Tiempo de Bogotá, aparece una foto de quien, supuestamente, era el ministro Gustavo Larrea reunido con Raúl Reyes. Otra de las pruebas que saca este famoso computador de Raúl Reyes, invencible a bombardeos, ataques militares y a todo tipo de acciones, y que al parecer da para todo. Y continúan ahora, el terrorismo mediático tiene su última edición ahora con la noticia que encontraron uranio, de que las FARC estaban comprando uranio para fabricar una bomba, sucia, nuclear. Yo les echo estos cuentos para que vayamos recordando, desde el 2002, todo lo que ha sido esta secuencia de inventos y de matrices que se han creado en contra de los países que queremos ser libres; y van a continuar.
Una de nuestras panelistas es María Augusta Calle. Es una muy reconocida luchadora, periodista ecuatoriana, fundadora de una agencia de prensa progresista, Altercom, pero también trabajó en Naciones Unidas —una periodista muy conocida—, entre una de las cosas que también hizo fue ser colaboradora de Tele-sur, nos ayudó a montar la oficina, la corresponsalía de Telesur. María Augusta Calle resultó electa a la Asamblea Constituyente en la Plataforma Alianza País; hoy es constituyentista y preside la Mesa de Soberanía. Ha sido señalada como colaboradora de las FARC en Ecuador, y ya comenzaron a sacar fotos de María Augusta reunida con el enlace de Raúl Reyes, y videos de María Augusta... aquí, y aquí está entregando una clave secreta… En fin, ya hay toda una historia armada alrededor de María Augusta. Una de las razones por las que ella viene, no es solamente a compartir su conocimiento, su experiencia, sus opiniones, sino también a denunciar su caso como una víctima del terrorismo mediático.
Es decir, no solamente los gobiernos, los Estados, somos víctimas del terrorismo mediático, que es articulado desde el imperialismo, sino también individuos puntuales son víctimas de estos acosos y de estas matrices. Pero ¿por qué el ataque contra María Augusta? Porque ella está en la Mesa de Soberanía, no solamente exigiendo la salida de la Base de Manta de Ecuador, sino está pidiendo que tal Base sea sometida a una auditoría, para saber cuál fue el rol real que la base de Manta tuvo en el ataque de Colombia a Ecuador en las recientes semanas. Ésa es la verdadera razón por la cual María Augusta Calle está siendo atacada hoy desde los replicantes o los medios que están al servicio, sobre todo, de la oligarquía colombiana y su eco en Ecuador.
Así como nosotros tenemos los nuestros, todos sabemos lo que ha sido el rol de Globovisión durante toda esta crisis y cómo Globovisión se ha dedicado a ser un altavoz de los intereses imperiales, de los intereses de la oligarquía más rancia de este país, a través de su aliado RCN, el vocero de Uribe. El vocero de Uribe tiene en Venezuela veinticuatro horas de reproducción y de réplica constante.
Pero así como nombro estos casos, vamos a Bolivia: la guerra mediática que hay contra Bolivia es atroz, permanente, tenaz. Argentina, Ecuador, Nicaragua. En fin, todo el esfuerzo por convertir a nuestras naciones en naciones forajidas, cooperantes con el terrorismo y el narcotráfico.
Yo encuentro que hoy estamos en una situación mucho peor que la que vivíamos en el 2002, en cuanto al tema mediático. Actualmente, lo que era una situación local, particular, de un país, ya es una situación mundial, globalizada, articulada. Vemos cómo una matriz que desde El Tiempo de Bogotá es fabricada se replica en El País de España, en el Miami Herald, en el Washington Post, y cómo todos estos medios se articulan en torno a una línea de pensamiento, a un tipo de información, que influye sobre los pueblos de todos esos países para generar una percepción sobre lo que en nuestros países ocurre.
Creemos que actualmente es imposible un “nuevo orden comunicacional” como el que proponía MacBride, porque existe un “nuevo orden imperial” basado en las transnacionales de la información. Las transnacionales de la información son hoy uno de los pilares del imperialismo mundial.
Proponemos, y estamos poniendo en práctica, un maravilloso desorden comunicacional, para superar la clásica polarización entre medios gubernamentales y medios privados, introduciendo, sobre todo aquí en Venezuela, el tercer elemento: la autogestión comunicacional de los pueblos.
Además de la creación de Telesur —que es una herramienta nunca suficientemente utilizada por los estados que forman parte de ella, como herramienta comunicacional—, esta red de televisoras integrada por varios países latinoamericanos para quebrar el monopolio de las transnacionales de la información, la Revolución Bolivariana ha fomentado la proliferación de todas las formas de comunicación comunitaria y alternativa posibles. Tenemos hoy en día casi quinientos medios comunitarios y alternativos, registrados, en formación y actuando en distintos niveles del país.
En los últimos ocho años se han multiplicado los medios comunitarios, periódicos, radios, televisoras locales, se han creado centenares de “infocentros”, que permiten el acceso libre y gratuito a internet a centenares de miles de personas, especialmente a jóvenes estudiantes. Y para todos los que a veces sentimos alguna decepción por el lento burocratismo que a veces invade nuestros procesos, basta ir a contactarse con estos medios comunitarios, con estas iniciativas populares de comunicación, para salir renovados de espíritu y de fe en el avance de nuestra Revolución Bolivariana.
El terrorismo mediático es el arma del imperio en la batalla de las ideas. La nuestra es la cultura y el espíritu crítico del pueblo. Debemos aplicar las lecciones de la biodiversidad al mundo comunicacional, permitir que cohabiten los medios privados, los medios gubernamentales, los medios comunitarios y alternativos, a fin de fortalecer la batalla de las ideas es un cuerpo a cuerpo en el terreno de las noticias, pero también en el terreno simbólico.
En condiciones normales, no podemos luchar contra el monopolio de las transnacionales privadas oponiendo un monopolio gubernamental de la información. La alternativa es romper la cadena de intermediarios entre quienes producen, entre quienes difunden y entre quienes reciben la información, a través de esta autogestión comunicacional popular.
Los seres humanos son la noticia que más interesa a los seres humanos. Los pueblos deben ser, no sola-mente los protagonistas de su propia historia, sino quienes la escriban y la lean, así como quienes la re-presenten. El universo comunicacional debe dejar de ser el consumo pasivo de una realidad inhumana producida por otros, para convertirse en el plan general de corrección cotidiana de la historia.
En el largo camino de la humanidad hacia la libertad, hoy la Revolución Bolivariana, y en general la Revolución latinoamericana, está mostrando al mundo diversas formas de producir y comprender lo nuevo.
Contra el terrorismo mediático, a favor de la libertad de expresión y a favor de las infinitas formas que tiene la libertad, dejamos inaugurado este Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático, lanzando además otra propuesta: que esta reunión no se quede en una discusión meramente académica, de especialistas en el tema, sino que de aquí salga una organización permanente, una iniciativa política, que nos permita dar recomendaciones, generar documentos, ideas, formas de lucha en contra del terrorismo mediático. Así como ellos tienen su SIP, nosotros podemos tener nuestra Sictm, nuestra Sociedad Interamericana contra el Terrorismo Mediático.


[1] . Actual ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información de la República Bolivariana de Venezuela y presidente de Telesur 

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